Sucesos
Asesinato en Vallecas: «Los Visita» y la «ley del silencio» de El Pozo
Tras la muerte de Paco a manos supuestamente de un miembro de un clan gitano, el mutismo y el miedo a significarse se apodera del vecindario
Francisco, el hijo de Paco, sacó al medio día de ayer a su perro Voltio a pasear por los alrededores de su casa. La misma zona donde, el pasado domingo, su padre fue asesinado por un supuesto miembro del clan gitano de «los Visita».
Francisco, el hijo de Paco, sacó al medio día de ayer a su perro Voltio a pasear por los alrededores de su casa. La misma zona donde, el pasado domingo, su padre fue asesinado por un supuesto miembro del clan gitano de «los Visita» por una disputa con uno de los tres canes de la familia. Hoy, el principal sospechoso, J. C.B., alias «El Chule», que vivía y dormía a escasos 20 metros del fallecido, está en busca y captura por la Policía.
El suceso soliviantó a una parte del humilde y obrero barrio del Pozo que se «levantó en armas» contra el supuesto asesino y sus allegados. Desde la última semana, varios centenares de personas se concentran todos los días por la tarde para exigir la marcha de esta familia de El Pozo entre gritos de «asesinos» y «fuera del barrio». Al menos, hasta la tarde de ayer.
A petición de la propia familia del fallecido y de la Asociación de Vecinos de El Pozo, que reclamaron calmar los ánimos, muchos son los que han apostado por «normalizar la convivencia» y por dejar a sus responsables que medien con los representantes de los gitanos para expulsar a los culpables. «Se está llegando a un acuerdo», afirmó Gabriel del Pozo, presidente de la asociación de vecinos, en una rueda de prensa el viernes.
Sin embargo, el miedo y la intranquilidad aún no se han ido del todo del lugar. Y es que, la «ley del silencio» se ha impuesto, entre unos que no quieren hablar y otros que se muestran temerosos a decir nada, incluso fuera de cámaras y de micrófonos. En ese sentido, un comerciante de los alrededores señaló que muchos vecinos «tienen miedo a hablar por el qué dirán, por quedar señalados» ante los «cuatro que la lían», y además aseguró que «hay ciertas familias con las que la gente no está a gusto» por la tensión acumulada por los problemas de convivencia de hace años.
Francisco, el hijo de Paco, reconoció en una entrevista a LA RAZÓN que «realmente» no hay un problema con los gitanos «en general». «No es cuestión de racismo» explicó, sino más bien con esta familia «en concreto». Según relató, todo deriva «de hace cuatro o cinco años», que es cuando la convivencia se hizo «insoportable». Había desde «ruidos» y «malos olores» hasta «suciedad y basura». Y además, «si les decías algo, te intimidaban», reconoció Francisco. En ese sentido, admitió que en el ambiente «hay miedo» a la posible vuelta de la familia debido a que, «si la muerte de mi padre fue por una tontería, ahora lo que puede llegar...»
Es lo mismo que opina otro vecino que reside desde hace 68 años en el barrio. Explica que la sensación que percibe no es tanto de «miedo», sino más bien de cierta «intranquilidad» ante el hecho de que cualquiera podría haber sido Paco. Un matrimonio que pasa el rato en el parque con sus perros también comparte la visión de este otro vecino: «A mí me da miedo lo que ha pasado, porque le puede ocurrir a cualquiera de mis hijos», dijo la mujer, quien también aseguró que los problemas de convivencia de fondo no vienen de ahora, sino de lejos.
«En verano ponen piscinas en medio de la calle como si fuese el patio de su casa. Incluso carpas para fiestas», apuntó otra vecina de «Los Visita». Otro residente en los bloques de alrededor asegura también haber visto a los miembros de este clan con una «barbacoa» en la calle, «con mesas y con sillas» y «jugando a las cartas» o «bebiendo y fumando porros». Y no sólo eso. Era imposible aparcar en la calle de atrás de donde vivían «porque te lo impedían» o directamente porque «te pinchaban las ruedas del coche», dice.
En lo que coinciden tanto Francisco como muchos de sus vecinos es en una cierta «inacción» por parte de la Administración y de la Policía. «En barrios periféricos, desde siempre ha habido poca presencia policial», afirmó Francisco. Un comerciante criticó abiertamente la «inacción» de los Cuerpos de Seguridad del Estado. «La Policía nunca ha hecho nada. Se les llamaba y, si venían, les daban un toque de atención y a los cinco minutos volvían otra vez con los ruidos o lo que fuera».
Más dura es una mujer que pasea por la zona. «Cada dos por tres me intentan robar la furgoneta. Cuando llamábamos a los agentes, en más de una ocasión nos han dicho que, si no hay sangre, que no vienen». Otros también se muestran críticos con la alcaldesa, Manuela Carmena, por la falta de atención al barrio. «Se pasan por aquí una vez al año para hacerse la foto y luego no se les ve. Que se dedique menos a su Castellana y a su Madrid Central y más a los barrios periféricos», protestó uno de ellos. Mientras, el resto, no pasan por alto el mal estado de las aceras. «Hay sitios por los que no se puede ni andar, llenos de basura», se lamentan. Y sobre los jardines, «algunos árboles llevan secos varios años». Al final, tanto la Policía como los políticos «sólo vienen al barrio cuando pasa algo gordo».
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