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Un héroe del Siete

Andrés de Miguel con el húmero fracturado
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Una conferencia celebrada el jueves 4 de diciembre en el CEU parece a primera vista un acto cultural entre los muchos que adornan y jalonan el fin del otoño madrileño. Lejos del fragor de los estadios y de los gritos desgarrados de los indignados. Un momento de reflexión y de meditación máxime en una Universidad que se reclama nada menos que al apóstol San Pablo, el de la verdad os hará libres. Sin embargo se mascó la tragedia y la intolerancia de los violentos, dio trabajo a las urgencias de los hospitales. Una incalificable horda de anti taurinos quebrantó el reino de la palabra. Los anti taurinos son muy violentos.

Descargan su rabia como si en vez de tratarse de morlacos fueran sus indudablemente respetables madres las que estuvieran en entredicho entre banderillas y estoques. En ese horizonte de inanidad mental no cabe el arte, ni la tradición, ni el rito.

Ha hecho mucho daño Walt Disney con su personalización de los animales, que ascienden sin rubor a la categoría humana. En el rito de la violencia, en el altar simbólico del sacrificio esta vez pagó las consecuencias un aficionado escritor y notable ensayista de temas taurinos Andrés de Miguel que en los altos del Siete dicta cátedra siempre severa, casi integrista cómo corresponde a este famoso tendido.

33 años de abonado, después de dos intensos amores y una madre solícita han acompañado a este hombretón de 1.92 que aplaudió a rabiar al ídolo Antoñete y vertió sus consabidas lágrimas por el monstruo de Galapagar José Tomás. La turba lo derribó y le rompieron el humero. Así desgranan su furia estas feroces bestias animalistas, mientras Andrés de Miguel entra en los anales del Siete como víctima y héroe de la bella e incomparable fiesta de los toros, que conjuga arte y valor en una conjunción maravillosa de donde brota de lo más profundo el grito de ¡España!, que aunque vejada pos sus hijos bastardos eleva al cielo su clamor nacional Ave Andrés.