Urbanismo
Teatro Albéniz de Madrid: la fachada que salvaron los vecinos recupera sus esculturas 39 años después
En estos últimos días se han instalado las once esculturas de Ángel Ferrant en su emplazamiento original. Con la incógnita, eso sí, de si volverá a activarse su mecanismo articulado
La fachada que ven en la imagen, bajo estas líneas, existe. Es real. En el once de la calle de la Paz. Pero podría haber sido demolida, reducida a escombros y olvidada por casi todos si un grupo de vecinos y una plataforma –secundados por varios miles de madrileños más– no hubieran hecho nada por salvarla hace unos años. Es la fachada del Teatro Albéniz, en el corazón mismo de una ciudad acostumbrada a estas luchas, en las que son sólo unos valientes los que dan la batalla para proteger el patrimonio frente al pasotismo y la indolencia de la mayoría. Que se lo digan a los rescatadores del neomudéjar de Tetuán.
La declaración como Bien de Interés Patrimonial, en 2016, permitió al Albéniz esquivar su final. Que hubiera venido escrito, como en otros tantos puntos de la ciudad, por las bolas de derribo, los «bulldozers» y las retroexcavadoras. Si el Gobierno de Cristina Cifuentes no hubiera adoptado esta decisión, el antiguo teatro hubiera quedado desprotegido, a merced de la única voluntad de sus dueños. Sin capacidad de reacción alguna porque, sin el blindaje del Bien de Interés Patrimonial, el Ayuntamiento de la capital no hubiera tenido más remedio que conceder la licencia de demolición si, llegado el caso, se hubiera solicitado. Ahora el Albéniz afronta, así parece, una nueva etapa como hotel. Y los trabajos en el entorno se aceleran. Como prueba de esa puesta a punto, en los últimos días se ha procedido a la instalación de las once esculturas de Ángel Ferrant, el madrileño que inmortalizó a otros tantos tipos de la región. Con la incógnita, eso sí, de si volverá a activarse su mecanismo articulado.
De momento, vuelven a tener sus vistas privilegiadas de antaño. Fueron retiradas de la fachada en 1983 y, desde entonces, han permanecido en el interior del teatro, decorando un interior oscuro, cerrado hace ya 14 años, sometido al deterioro e, incluso, a la amenaza de okupación.
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