Historia

¿Qué fue la Fundación Rockefeller de Madrid, germen de la investigación científica desde 1932?

Un edificio levantado gracias a la aportación del magnate norteamericano que lleva más de 90 años impulsando la ciencia en nuestro país

Edificio Rockefeller en Madrid
Edificio Rockefeller en MadridEfe

Estamos ante una de las piedras angulares de la investigación en España. El Instituto de Química Física Rocasolano (IQFR) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) celebra este año el 90 aniversario de la fundación de su predecesor, el Instituto Nacional de Física y Química. Financiado por la Fundación Rockefeller de Estados Unidos, en unos años convulsos de nuestra historia, por iniciativa de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), supuso la consolidación de la Edad de Plata de la ciencia española al reunir bajo el mismo techo el trabajo de algunos de los investigadores más relevantes de la ciencia española como Blas Cabrera, Enrique Moles, Julio Palacios, Miguel A. Catalán, Julio Guzmán y Antonio Madinaveitia, entre otros.

Edificio Rockefeller en la actualidad
Edificio Rockefeller en la actualidadEfe

La historia de aquella aportación económica, que llegó desde el otro lado del Atlántico, nació unos años antes, en 1907. Entonces, uno de los primeros Ministerios de Educación que hubo en España (nacido siete años antes con el nombre de “Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes”) creó la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE).

Entre los objetivos de la Junta estaba la concesión de becas para que se pudiera formar en el extranjero una cantidad suficiente de investigadores y educadores y la creación de centros en los que aquellos pudieran trabajar a su regreso en condiciones favorables. Un deseo y un compromiso con la educación clave en el desarrollo de España.

Es así como en 1910 se fundó el Laboratorio de Investigaciones Físicas, dirigido por Blas Cabrera y alojado en parte del edificio que actualmente ocupan el Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid. Un espacio de cultura al que también debemos sumar la Residencia de Estudiantes, a pocos paso de todos ellos.

Ante el éxito del Laboratorio, que puso a las ciencias físicas españolas en el mapa de la ciencia internacional, la JAE inició hacia 1920 los primeros contactos con la Internacional Education Board de la Fundación Rockefeller para conseguir fondos que permitieran ampliar el centro, que se estaba quedando anticuado y pequeño.

En 1926 se consiguió una donación de hasta 420 000 dólares para construir y dotar de infraestructuras y equipos científicos la sede de un nuevo centro de la Junta, el Instituto Nacional de Física y Química, situado muy cerca de la su antecesor, el Laboratorio de Investigaciones Físicas y de la Residencia de Estudiantes; en la zona de Madrid llamada “Altos del Hipódromo” y que Juan Ramón Jiménez bautizó como “Colina de los Chopos”.

Las obras duraron desde 1929 hasta 1931 y el edificio fue inaugurado oficialmente el 6 de febrero de 1932 con la presencia de las autoridades de la República. Hoy día, ya pasado su 75 aniversario que se celebró en 2007, con 90 años entre nosotros, sigue dedicado a la investigación científica, albergando el Instituto de Química Física Rocasolano y parte del Instituto de Estructura de la Materia, sin haber sufrido modificaciones sustanciales.

El edificio se diseñó y construyó sin perder nunca de vista el objetivo fundamental de que fuera flexible y funcional. Tiene planta rectangular con tres alturas y dos alas de laboratorios. Los muros de hormigón tienen una capa intermedia de corcho para aislar térmicamente el interior y amortiguar las vibraciones. El exterior, muy sencillo, es de ladrillo visto y está ocupado por ventanas en una buena medida, lo que proporciona una buena iluminación natural. La fachada principal, que está orientada hacia el sur, tiene como elemento central un gran pórtico con columnas de aspecto clásico y estilo muy austero, colocado, según el arquitecto Lacasa, como homenaje arquitectónico al origen estadounidense de la Fundación Rockefeller, ya que recuerda al estilo colonial de aquel país. Un poco del empuje y la excelencia de la educación norteamericana en una España que buscaba reinventarse y sumar a la modernidad en aquellos años 30.