Por una buena causa
Gastronomía y solidaridad: maridaje perfecto
La Fundación A LA PAR. Ayer inauguró su segundo restaurante con Rodilla, que se encuentra en el número 39 de la calle Caleruega
El alimento, igual que la moda, el ocio y otros tantos aspectos de la cultura, forma parte del universo político, entendido lo político (no se me revolucionen) como aquello que influye en el desarrollo de la polis (ciudad) y de los polites o ciudadanos. Más allá de la inflación y el inmovilismo de aquellos que gobiernan (o simulan hacerlo), el fantasma de las crisis que nos han golpeado se introduce en el panorama gastro. Y en no pocos almuerzos, se sitúa al mismo nivel la excepción ibérica con la subida del estratosférico precio de algún menú con muchas estrellas Michelin. La solidaridad y la búsqueda del bien común deberían dirigir la política, entendida esta, ahora sí, como el buen gobierno. Y como hay mucho por hacer, y las cosas de palacio van despacio, cada vez son más las fundaciones y las personas concienciadas las que quieren cambiar el mundo, o al menos lo que tienen más cerca, a través de la cocina.
Esto lo hace, desde hace mucho tiempo y con convicción, la Fundación A LA PAR. Ayer inauguró su segundo restaurante con Rodilla, que se encuentra en el número 39 de la calle Caleruega. De las once personas de su plantilla, nueve tienen discapacidad intelectual y trabajan con el mismo ahínco que otro trabajador al uso. Y no es la primera incursión gastro de esta entidad, pues ya cuentan con otro franquiciado de la popular sandwichería en Arturo Soria, 166. Además, si se acercan por su sede, en Montecarmelo, disfrutarán enormemente de su pequeño restaurante, el Fun! Bar. No dejen de pedir las bravas, que se acordarán (para bien) de su humilde escribiente.
La Fundación Raíces también se ha convertido en un referente de la lucha por la integración de los más desfavorecidos. Cocina Conciencia es uno de sus proyectos más mediáticos, a través del cual ofrecen formación y trabajo a jóvenes en grave riesgo de exclusión social. Con ellos cooperan muchos grandes chefs; entre ellos, y desde hace mucho, Javier Muñoz Calero. En su restaurante Ovillo, gran parte del equipo empezaron así, asidos a esta oportunidad que hoy en día les permite llevar una vida digna.
Menos mediático, pero muy importante, es el trabajo y la causa de Jaime Rincón, propietario de Casa de Comidas Carmela, un restaurante situado en el polígono industrial de Julián Camarillo. Además de dar bien de comer a los muchos trabajadores y ‘curritos’ del entorno, Rincón (que antaño era un ejecutivo y cambió la corbata por el mandil) y su gran equipo preparan casi 300 menús solidarios para familias necesitadas del entorno, que acuden a recoger la comida sin filas ni colas que los señalen. Su iniciativa Comida para Todos se financia de la siguiente manera: un euro de los pedidos a domicilio de destina a cubrir los costes. Además, cualquiera puede adquirir uno de estos menús por 3 euros, importe que va íntegro a esta causa tan especial.
Y no me quiero dejar al incombustible Chema de Isidro, impulsor y responsable de la ONG Gastronomía Solidaria. Fue de los primeros en apostar por la formación y el trabajo en cocina como solución para muchos jóvenes con graves problemas. Aunque le destrozaron el restaurante en Trillo (Guadalajara) no se rindió y sigue empeñado en relanzar su cocina. De momento, ha ideado unas cocinas solares que cuestan solo un euro y que va a implantar en Senegal, donde miles y miles de personas mueren por el mal uso de combustibles a la hora de preparar su sustento.
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