Majadahonda
Las heroínas anónimas del deporte femenino en Madrid
Del fútbol sala al hockey hielo. Majadahonda concentra a un buen número de clubes que, gracias a ellas, se están posicionando en lo más alto a nivel nacional
El deporte femenino está viviendo su mejor momento. Si bien es cierto que desde hace años existen equipos formados por mujeres en las diferentes modalidades, no ha sido hasta hace poco –y tras mucha reivindicación– cuando están teniendo más visibilidad. Rostros del fútbol, el baloncesto, el vóley, el patinaje o la gimnasia artística femenina nos resultan ya conocidos, pero también son muchas otras las que, alejadas de los focos, luchan por derribar barreras. Un buen reflejo de ello es Majadahonda, un municipio de Madrid que concentra un importante grupo de deportistas que desde sus clubes están posicionando el deporte femenino y su localidad en lo más alto de competiciones nacionales e internacionales. Sin embargo, su sacrificio y dedicación no son suficientes y su máxima lucha es contra la falta de profesionalización en sus deportes. Esto hace que no puedan dedicarse única y exclusivamente a sus deportes, que en muchas ocasiones no reciban un salario y tengan que costearse los viajes para competir y materiales ellas mismas.
El Rayo Majadahonda de Fútbol Sala femenino está desde hace nueve años en primera división, algo que tiene mucho mérito tratándose de un equipo pequeño con pocos recursos en comparación con otros equipos de La Liga. La permanencia es su reto temporada tras temporada. Un club que nació hace dos décadas de mano de tres majariegos que jamás imaginaron que estas chicas llegarían a posicionar a la entidad entre los cinco mejores equipos de Madrid. Una de sus jugadoras más veteranas es Gloria San Juan, más conocida como «Peque». Reconoce que cada vez es mayor el nivel por la profesionalización del futbol. «He visto un avance, buena disposición para visibilizar el deporte femenino y, en concreto, el fútbol, pero hay que diferenciar el once del sala. El once ha crecido mucho, tiene cada vez más visibilidad y todas las jugadoras de primera pueden vivir de ello. Nosotras no», apunta.
Para llegar a ello, los patrocinios juegan un papel fundamental. Un terreno en el que se encuentran trabajando de forma seria y casi profesional también en el rubgy. Este año el Club de Rugby Majadahonda ha quedado campeón de Madrid con el segundo equipo, subcampeón de la Copa de la Reina y ha ganado la Liga Iberdrola. Una competición que cada año tiene más valor, lo que, en los últimos años, ha animado a jugadoras internacionales de primer nivel de todo el mundo. El club se fundó en 1991 y un año más tarde inauguró su sección femenina, justo cuando nació Paula Hernández, una de las veteranas del equipo. Durante sus dos primeros años se alzó con dos ligas nacionales y, desde entonces y hasta este año, no habían conseguido ningún otro reconocimiento. «Desde que empecé a jugar hace diez años las cosas han cambiado mucho. Los resultados no eran los de ahora, tampoco el potencial de las jugadoras. En los últimos seis años están ascendiendo chicas que vienen de la escuela y se nota el rodaje que traen frente a las que empezamos a jugar más tarde», señala. Ejemplo de esto es Rocío Rodera, que entró en el club con sólo cinco años. «Toda mi vida gira en torno a este deporte. Mis amigos, mi familia, mis compañeras... somos como una familia y el buen ambiente y los valores que te da el rugby son incomparables», explicó.
Ya desde sus inicios, en 1990, el Club Voleibol Majadahonda comenzó a destacar como uno de los clubs más laureados de la región y sus éxitos pronto se extendieron al resto del territorio nacional, tanto en la sección de pista como en la de playa, donde el club es un auténtico referente a nivel nacional. Hace solo unos meses, las integrantes del equipo Senior Femenino fueron las primeras de Madrid en 3ª división. María Ozaeta lleva jugando desde los ocho años y ahora se encuentra estudiando en la Universidad de Nueva Orleans gracias a una beca por este deporte. «Empecé a jugar porque gente de mi entorno lo hacía y me divertía, pero he acabado enamorándome. Creo debería verse mucho más allá de las olimpiadas porque es un deporte interesante y que llama la atención», señaló a este periódico.
El reto de la visibilidad también afecta al hockey hielo. Es un deporte minoritario y, aún así, los partidos femeninos tienen mucha menos expectación que los masculinos. «Este año hubo un campeonato masculino en Madrid y fue un “boom”. Sin embargo, del de chicas poca gente se enteró», explica Jimena del Pino. A sus 18 años, lleva jugando desde los cinco en el SAD Majadahonda Hockey Hielo. Desde su nacimiento, el club ha ganado once copas y ocho Ligas a los otros siete equipos que existen en España, y aunque este año no ha sido posible ninguna de las dos, han recuperado la Copa de la Reina. Competiciones que requieren una fuerza mental entre las jóvenes y una capacidad de conciliación importante. «Es duro, porque pasas muchos fines de semana fuera de casa y toca conciliar con amigos, familia y estudios», confiesa. Sin embargo, dice no haber sentido mayor satisfacción que la que siente al final de la temporada.
La fortaleza mental es algo también muy importante en otro deporte de hielo: el patinaje sincronizado. Una disciplina cuya exigencia física y mental hace que muchas de las patinadoras abandonen a edades tempranas. A sus 22 años, Raquel Valenzuela es la capitana senior del equipo de patinaje sincronizado sobre hielo. Estos últimos años, Team Fusion ha estado siempre presente entre los diez primeros equipos. Y en el Campeonato del Mundo han logrado su mejor puntuación hasta la fecha: en el puesto 17 de 24 participantes. «Después de todo el entrenamiento y el trabajo el equipo, ya no es el puesto sino el batir records y dar lo mejor de nosotras el mejor de los regalos», confiesa.
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