Historia
La Virgen negra de Madrid, la otra desconocida patrona de la capital
De nacer entre los espartos a ser protectora de los Reyes de España
Cultos antiguos que se mantienen pese al paso del tiempo. La presencia de vírgenes negras en España, y en otros países de Europa y América Latina está bien documentada. Un origen cromático que, más que con el deseo del artesano o los responsables eclesiásticos que alumbraron las imágenes, tiene que ver con la suciedad acumulada, durante siglos, que ha mutado el aspecto de una virgen que, en origen, era blanca. Hace no demasiados días se pudo volver a comprobar, de nuevo, cuando en la catedral de Barcelona se procedió a limpiar el llamado Cristo Negro de Lepanto. Resultó que era blanco. El paso del tiempo cambió su aspecto. Y el recuerdo en los fieles de su color original.
En nuestro país, vírgenes negras hay muchas. Desde la extremeña de Guadalupe a la catalana de Montserrat pasando por la canaria de la Candelaria o la mallorquina de Lluc. Tantas como en el extranjero, como la conocida de Regla, en Cuba, o la polaca de Nuestra Señora de Czestochowa.
En Madrid también hay una virgen negra, aunque quizá un tanto desconocida por muchos, ya que otras, como la Paloma o la Almudena, se llevan la mayor parte de la fama.
En ese sentido, la virgen de Atocha es antigua patrona de la ciudad de Madrid. Y es que desde el siglo XVI esta advocación es considerada como la protectora de los Reyes de España y patrona de la Monarquía hispana. De ahí la visita que Felipe VI y la reina Letizia le hicieron el día de su boda en la Almudena.
La imagen actual, la que es posible contemplar en el centro de Madrid, aparece como una pequeña talla en madera sin policromar, posiblemente sucia por el paso del tiempo, sentada en un trono, símbolo de realeza y cátedra de sabiduría, cuya altura no llega a los 60 centímetros desde lo alto de la corona hasta el plano donde asienta los pies.
Principal advocación de las reinas de España, a ella le bordaron numerosos mantos y trajes. De hecho, en nuestros días, todavía se conserva el manto de terciopelo rojo y armiño, con bordados en oro, regalo de Isabel II, que luce la imagen en las grandes solemnidades. Isabel II también regaló a la imagen una colección de joyas, compuesta por dos coronas, rostrillo y halo, enriquecidas con diamantes y topacios del Brasil. La colección se custodia hoy en el Palacio Real de Madrid.
En nuestros días, la basílica de Atocha está abierta al público muy cerca del Panteón de Hombres Ilustres y la Real Fábrica de Tapices.
Con todo, esta devoción a la Virgen de Atocha no fue solo de los Borbones. Felipe II, el Austria más poderoso, no dudaba en su capacidad para hacer milagros y por ello, cuando en 1580 cayó enfermo, pidió que le trajeran la talla y que la colocaran al lado de su cama. Su salud mejoró y el rey vivió casi veinte años más. También su nieto Felipe IV le fue muy devoto y aseguran que tenía una copia de la llave del santuario para poder visitar a la virgen cuando quisiera, a cualquier hora del día o de la noche.
Una virgen de Atocha, que, además, está relacionada con los herederos de la Corona. Los actuales Reyes, dos años después de su primera visita, en el 2006, acudieron al templo para agradecerle a la virgen el feliz nacimiento de su primogénita, la princesa Leonor. Y es que la virgen de Atocha es patrona de los partos y de los recién nacidos. De todos. Sean o no reales.
Una virgen íntimamente ligada a la Villa de Madrid, y cuyo origen no fue nada mayestático, pues, según apuntan la mayor parte del los historiadores, la hipótesis más aceptada hace referencia al paraje en el que se erigió la ermita original románica que la albergó en tiempos de luchas contra los musulmanes. Un espacio donde abundaban las humildes atochas, una especie de planta similar al esparto.
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