Devoción
Así llegó la Virgen de la Almudena de Madrid a ser venerada... en Cuzco
Una larga historia que comenzó en el siglo XVII, con una astilla de la imagen de la Patrona de la Villa y Corte
Si la fe no conoce fronteras, la devoción tampoco. La Virgen de la Almudena, patrona de Madrid, es buena muestra de ello. Con seguridad, no se conoce exactamente desde qué momento recibe el nombre de Almudena, aunque el primer documento en el que aparece mencionado es un testamento de 1377 a favor de obras en el templo primitivo, la iglesia de Santa María.
Antes, todo es leyenda y especulación sobre la aparición de este culto mariano. En agosto de 1908 el Papa Pío X la declaró, mediante decreto, Patrona de Madrid y fijó la celebración de la festividad el 9 de noviembre, día en que según la tradición, en el año de 1085, se produjo el hallazgo de la imagen.
El relato sobre su origen que, como decíamos, se mueve entre la leyenda y la historia, ligado al de la propia Villa de Madrid. La leyenda cuenta que la imagen fue traída en el siglo I desde Jerusalén por el Apóstol Santiago y su discípulo San Calocero e instalada en una pequeña capilla. Según la tradición, ante la inminente llegada de los musulmanes, los cristianos del siglo VIII escondieron la imagen de la Virgen junto a dos cirios encendidos en un cubo de la muralla donde permaneció hasta finales del siglo XI cuando el rey Alfonso VI llegó a Madrid. La leyenda da por supuesto que la villa ya existía, que estaba habitada en el siglo IX y que estaba rodeada por una muralla, llegando algún autor a afirmar que era de origen romano, sobre cuyo reducido casco urbano los moros invasores construyeron su recinto defensivo o «almudayna».
Con todo, tras la llegada de Alfonso VI, una procesión recorrió la muralla en busca de la Virgen; al derrumbarse una de las torres cerca de la Puerta de la Vega, la imagen apareció milagrosamente con las dos velas que permanecían encendidas. Esto ocurrió el 9 de noviembre de 1085, según los cronistas y poetas del siglo XVII.
A partir de ahí, la devoción y el misterio del culto a la Virgen creció y creció. Una devoción por la Almudena que cruzó océanos. Hasta asentarse, por derecho, en los confines del imperio español. Nada menos que en la antigua capital de los incas, el Cuzco. Una ciudad, bajo los españoles, reconvertida en joya barroca y a la que el culto a la Almudena ha enriquecido de manera notable.
La presencia de la Virgen en el Perú se debe a Manuel Mollinedo y Angulo (1640-1699), un clérigo burgalés que, tras regentar la desaparecida Parroquia de Santa María de la Almudena, en la capital de España, fue nombrado Obispo de Cuzco, puesto en el que se mantuvo desde 1673 hasta el día de su muerte.
Mollinedo tenía una especial querencia por la patrona de Madrid, a quien achacaba la buena marcha de su carrera eclesiástica. Cuando se desplazó a América, se llevó consigo una lámina de la virgen, además de una astilla, que había extraído de la imagen madrileña, como así se hace constar en el inventario de sus bienes.
En 1686 el escultor indio Juan Tomás Tuyro Túpac recibió el encargo del prelado de labrar una nueva talla, en la que dejó incrustada la astilla, para que pudiera ser venerada por parte de los cuzqueños. Bautizada oficialmente como Natividad de la Almudena, la figura fue entronizada en 1689 en una iglesia propia, que, con el paso del tiempo, se ha convertido en una de las más visitadas de la ciudad. Y no es la única, la devoción llegó también a Cochinoca, en la provincia argentina de Jujuy, que, en aquellos tiempos, dependía del Virreinato del Perú. Allí, como aquí, mucho que celebrar hoy, hermanados por la Almudena.
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