Puerta de Alcalá
El primer arco triunfal de la era moderna
Desprovista de la significación urbana de su concepción, contemplamos hoy la Puerta de Alcalá como un sentido homenaje a Carlos III
«La generosidad del Rey prefirió en la elección del diseño de la nueva Puerta de Alcalá el más magnifico y costoso, porque sin duda quiso su ejecución asistiendo a ella con la prodigalidad propia de su gran corazón: así es que será un monumento superior a los Romanos y de eterna memoria de S. M.».
Con tan alta estima por la nueva puerta se expresaba el conde de Aranda cuando, mediada su construcción, se dirige en mayo de 1773 al secretario de Hacienda, Miguel de Múzquiz, solicitando su intercesión ante Carlos III para que proporcionase «los medios que fueren más adecuados para que no se distraiga el soberano ancho corazón de poner fin a este monumento de su indeleble memoria». Sirvan estas consideraciones para identificar los factores que determinaron la particular historia de la principal entrada de la Villa y Corte: la innegable calidad arquitectónica del proyecto de Francisco Sabatini, las incontables dificultades económicas que hubieron de superarse en su prolongada ejecución y la indispensable intervención del rey en todo el proceso.
Los intercambios epistolares entre Múzquiz y Aranda ya recogían la inquietud de ambos respecto a la ausencia de caudales para acometer la obra. Múzquiz dispondrá que las Rentas Generales prestasen al Fondo del Resguardo 500.000 reales de vellón, con un interés del tres por ciento, a condición de que se construyeran en las inmediaciones de la puerta las casillas necesarias para el cumplimiento de sus funciones de registro, que se trasladarían a la puerta de Recoletos mientras se trabajase en la construcción.
La nueva fábrica debía armonizar con la reforma emprendida en el Prado, de la que formaba parte desde los planes iniciales de José de Hermosilla quien elaborará una propuesta de puerta que competirá con las cinco alternativas firmadas por Ventura Rodríguez y las tres ideas presentadas por Francisco Sabatini en un concurso tan célebre como desconocido en sus detalles. «Su Majestad ha elegido los planos hechos por don Francisco Sabatini que van anotados con el número primero y segundo, y denotan dos fachadas que ha de tener la Puerta, una hacia Madrid y otra al campo», escribió Múzquiz a Aranda. Apenas una semana después de la designación real de Sabatini, el arquitecto firmaba las condiciones que habrían de cumplir los asentistas que se comprometiesen a su ejecución. Se trataba de once estipulaciones de índole técnica y de calidad de los materiales a emplear, acompañadas de hasta veintiocho preguntas relativas al precio de distintas unidades de obra.
La construcción de la nueva fábrica se emprendió de inmediato y en noviembre se abonaron a los asentistas Feijóo, Bola, Porta y Compañía los primeros 54.934 reales y 11 maravedís por los materiales y jornales empleados en su ejecución. Francisco Gutiérrez y Roberto Michel, escultores de Cámara del rey y profesores de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fueron los encargados del trabajo escultórico de la puerta, siendo el abulense responsable de la decoración de su cara exterior y el francés artífice de las piezas de la fachada interior.
Mientras el entorno próximo de la nueva puerta se acondicionaba para otorgarle la dignidad que sin duda merecía, el avance de construcción era inapreciable y los 1.700.000 reales entregados a lo largo de 1769, 1772 y 1773 habían sido insuficientes para completarla. Sabatini, cansado de falsas promesas de los asentistas, se dirigió en agosto de 1777 al corregidor Armona para que los llame y aperciba. Cuando el 29 de noviembre de 1780 Sabatini estampa su firma certificando su completa satisfacción por el trabajo ejecutado, podemos determinar el ansiado final de las obras. Su coste ascendió finalmente a 3.804.465 reales de vellón y 19 maravedís.
Desprovista de la significación urbana del momento de su concepción, contemplamos hoy la puerta de Alcalá como un monumento aislado de indeleble memoria y sentido homenaje a Carlos III. Esta visión permite centrar nuestra atención en sus rasgos distintivos con relativa distancia de las circunstancias que la alumbraron. Quizá sea la manera más acertada de valorar sus cualidades y, probablemente, no esté muy alejada de las aspiraciones últimas de Sabatini. Probablemente, el convencimiento propio y ajeno de estar ante una ocasión trascendente para la historia de la ciudad pudo orientar sus facultades creativas hacia la configuración no de una nueva puerta para Madrid, sino de un singular monumento honorifico llamado a mantenerse erguido en solitario. En opinión de Chueca Goitia, la puerta de Alcalá será «el primer arco triunfal de la edad moderna».
Texto extraído del volumen «El Madrid de Sabatini. La construcción de una capital europea (1760-1797)»
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