Entrevista
Del sueño de ser profesor de arte a pintor profesional
An Wei Luli se une a la lista de artistas que apuestan por la periferia y nos enseña su estudio recién inaugurado en el barrio de Carabanchel
La periferia de la ciudad amplía su elenco de artistas. An Wei Luli acaba de inaugurar su nuevo estudio en el barrio de Usera, donde nos recibe aún emocionado por lo que vivió el pasado sábado. «No me imaginé esta acogida, han sido muchos meses duros de trabajo, pero por fin ve la luz y estoy feliz del resultado. Estoy deseando que llegue mañana para comenzar a trabajar aquí». El espacio, un garaje diáfano en una de las principales calles del barrio aún conserva el olor a pintura y a nuevo mientras que el suelo y las paredes todavía están impolutas. «Le queda poco tiempo, como cualquier buen estudio tendrá pintura por todas partes muy pronto», dice entre risas.
Este nuevo paso en su carrera lo define como el más importante y lo da con la seguridad que aporta una trayectoria de algo más de una década y llena de altibajos. An Wei se recuerda desde bien pequeño dibujando. Aunque nació en Madrid hace ya 33 años, se crió en el seno de una típica familia tradicional china y pasó toda su infancia haciendo garabatos en servilletas en una mesa del restaurante de sus padres. Hasta que un día cualquiera un vecino de la familia, Fernando, le preguntó: «¿Te gusta dibujar?». A lo que ante su respuesta afirmativa le respondió: «Te voy a presentar a mi amigo Mariano, que es pintor. Él te enseñará en su taller y tranquilo, no te cobrará nada». Ahí comenzó una relación de maestro-alumno y la de Luli con el arte. Las dos se han extendido hasta día de hoy. «Nuestra relación ha cambiado mucho, hemos crecido juntos. Mariano estaba especializado en técnicas tradicionales de pintura barroca española y me enseñó desde la preparación previa, diferentes técnicas y mucho de lo que se a día de hoy», y añade, «gracias a él me interesé por todo ello, leí muchos libros y me lancé a hacer diferentes cosas». Aunque no olvida ese primer día de clase en el que le pidió copiar Las Meninas de Velázquez con carboncillo.
Fue por la necesidad de devolver lo que por él hicieron de pequeño que se matriculó en Bellas Artes. «Me costó mucho entrar en la carrera y lo hice por el sueño de ser profesor, pero conocí profesores despreciables y no la terminé». De forma orgánica fue convirtiéndose en lo que nunca imaginó: pintor. Pasó por temporadas en las que no pintaba nada y otras que dedicó a aprender de forma autodidacta nuevas técnicas. «Fue más por necesidad, no tenía mucho dinero y aprendí a reciclar materiales que encontraba por la calle. Pintura plástica, esmalte, oleo, sprays… el conocimiento previo que tuve lo apliqué para saber qué mezclar y que no».
Y encontró su estilo, uno que no es capaz definir y que dice surge de una «conjunción de muchas situaciones». «Durante algunos años pinté murales y grafitis y esto te da otra dimensión sobre la pintura. La ves como algo que se expande en el espacio, no se limita en la bidimensionalidad de un bastidor. Si no algo que se puede expandir por paredes, suelo…». Después de esta fase de experimentación, llegó la tranquilidad, la soledad y completa entrega al arte en su estudio anterior. Y su apuesta por el color: hasta ahora solo había pintado en blanco y negro. «Me sentía agotado y busqué explorar un poco más allá el lenguaje de la pintura. Si echo la vista atrás diría que todo ha sido bastante gradual: primero dibujo, después pintura en blanco y negro y de ahí el salto al color. Y lo hacia tímidamente». Ahora si algo caracterizan sus cuadros son los colores y su máxima es que todos le gustan.
Sus obras han recorrido cientos de kilómetros y han sido vistas en diferentes ciudades españolas, italianas y de Reino Unido. Y ha tenido especial presencia en la capital: su instalación «Mudar Costumbre», aún puede verse en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles. Su estudio está abierto para todo aquel que quiera visitarlo y en los próximos meses estará trabajando en una residencia de investigación para Felipa Manuela. Pese a que su camino y su apuesta feliz continúa en ser pintor, no renuncia a la ilusión que ha recuperado siendo profesor de Bellas Artes en el Instituto Europeo di Desing. A la pregunta de dónde se ve en un futuro, lo tiene claro: en la Real Academia de España en Roma. «He pedido su beca siete veces y se que tarde o temprano lo voy a conseguir porque soy una persona muy constante. Soy consciente de que me falta mucho recorrido, madurez artística, pero estoy en ello y por eso, no dejo de ni un día de formarme».
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