Sección patrocinada por sección patrocinada

Medio Ambiente

El precio de los fertilizantes agrava la crisis alimentaria

A los costes de la energía y los combustibles se le ha sumado un aumento de precios de los fertilizantes minerales de hasta un 250% y problemas para las exportaciones de Rusia y China, principales proveedores. ¿Pueden los abonos orgánicos contrarrestar la crisis alimentaria ya en ciernes?

Los fertilizantes minerales fueron los protagonistas de la llamada revolución verde y el aumento de la productividad del campo
Los fertilizantes minerales fueron los protagonistas de la llamada revolución verde y el aumento de la productividad del campoDreamstimeDreamstime

En el campo hay preocupación y mucha. La energía, el combustible y productos químicos como los fertilizantes son los tres pilares del gasto de una explotación agrícola y los tres no paran de encarecerse. «El coste de producción ya es un 37% más alto que hace un año», explica Celestino Recatalá, agricultor y miembro de la Asociación Valenciana de Agricultores (Ava-Asaja).

El conflicto de Ucrania es el último eslabón en una cadena de circunstancias que vienen desde 2020 y que se inician con el aumento del precio del gas natural (que ha llevado a cierres temporales de plantas de producción de fertilizantes incapaces de asumir los sobrecostes) y el de los fletes de barcos. Todo esto ha supuesto que «los fertilizantes sean hasta un 255% más caros. En el caso de los NAC (nitrato amónico cálcico) han pasado de 179 euros a 650 desde octubre de 2020 a junio de 2022», explica Pedro Barato, presidente nacional de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja).

Los fertilizantes fueron los protagonistas de la llamada Revolución Verde y en ellos se basa parte del crecimiento de la productividad del campo. Sin embargo, ahora se encadenan una serie de circunstancias que están llevando a recortar su uso; inciden las preocupaciones medioambientales, pero ahora mismo pesa sobre todo su alto precio. «Todos los fertilizantes a base de nitrógeno, los más usados a nivel mundial, utilizan gas natural o carbón como insumo clave. En consecuencia, el encarecimiento de la energía en 2021 disparó el precio de los abonos. En ese mismo año, la UE y EE UU impusieron sanciones a Bielorrusia, uno de los principales exportadores de esta mercancía. China, otro gigante del sector, ordenó la suspensión de ventas de urea y fosfato hasta junio de 2022 con el objetivo de preservar suministros y garantizar la producción nacional. La guerra ha dado el último empujón. Rusia, el primer productor de fertilizantes en el mundo, –exporta un 16% de la urea y un 12% de DAP (fosfato diamónico)–, ha cerrado el grifo al menos temporalmente», dice Banco Mundial.

Las plantas necesitan de una serie de nutrientes para crecer. «Son tres nutrientes principales, nitrógeno, fósforo y potasio, y en menor cantidad un conjunto de microelementos como boro, silicio, hierro… La lógica de la fertilización mineral es apostar por estos tres grandes nutrientes, pero olvidándose del resto de micronutrientes. Además, por otra parte los aporta de forma muy puntual y soluble. Por poner un ejemplo sería cómo darle a una planta alimentos que caducan muy rápido y que se diluyen muy fácilmente con la lluvia. La planta está obligada a coger lo que pueda muy rápidamente. Esto produce un crecimiento rápido pero desigual. Sin embargo, en la agricultura ecológica se apuesta por otro tipo de nutrición, que se realiza de manera menos puntual y más constante», detalla Aina Calafat Rogers, responsable de proyectos internacionales de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE).

Algunos agricultores, cuentan organizaciones agrarias como AvaAsaja, se han decidido a reducir el uso de estas sustancias químicas que ayudan al crecimiento de las plantas sin saber exactamente qué consecuencias tendrá en la próxima cosecha y es que uno de los grandes argumentos de los fertilizantes minerales es que «gracias a ellos ha aumentado la productividad en las últimas décadas entre un 20-30%», dice Alberto San Bautista, director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Valencia.

¿Probar soluciones naturales puede ayudar a independizarse de los insumos internacionales? ¿Se mantendría la productividad?

Son varias las voces que han alertado sobre una posible crisis alimentaria sin precedentes. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, no pierde ocasión de declarar que ya este año hasta 276 millones de personas en el mundo se enfrentan a inseguridad alimentaria y para 2023 la situación global del hambre se volverá aun más negra. También el presidente de la Organización Mundial de Agricultores ha afirmado no estar seguro de que sea posible evitar una crisis alimentaria. La FAO lo expresa así: «La

Desde la Sociedad de Agricultura Ecológica comentan que «si se pasa una agricultura ecológica al principio hay una disminución de la productividad, hasta que suelo se regenera y la planta es capaz de digerir por sí misma los nutrientes, pero con el tiempo se recupera y se mantiene. Lo que creemos es que hay que apoyar a los agricultores a hacer esta transición», dice Calafat.

Federación Rusa es el principal exportador mundial de fertilizantes nitrogenados, el segundo proveedor de fertilizantes de potasio y el tercer exportador de fertilizantes de fósforo. Dado que muchos países dependen de los cultivos producidos en Ucrania y la Federación Rusa, y un número aún mayor depende de los fertilizantes rusos para producir sus propios cultivos, una guerra prolongada en Ucrania podría ayudar a aumentar la desnutrición crónica en 18,8 millones de personas más para 2023».

De hecho, las políticas puestas en marcha por la UE apuntan en esa dirección, y eso a pesar de que las estadísticas afirman que al menos hasta 2020 el consumo de fertilizantes minerales ha crecido en Europa. Con la «Estrategia de la Granja a la Mesa» se quiere reducir al menos en un 50% el uso de productos químicos, también de los fertilizantes, entre otras cosas por la contaminación que provocan. «Un caso de las consecuencias que tiene la utilización de fertilizantes lo tenemos cerca, en el Mar Menor. Hay consenso científico sobre el exceso de nitratos que tienen las aguas y que llegan de los productos fertilizantes que se utilizan en los cultivos de alrededor. Además, hay un montón de poblaciones españolas que no pueden acceder al agua potable porque tiene restos de fertilizantes. A nivel de salud pública, el uso de químicos también es un problema», apunta Koldo Hernández, miembro de la Coalición Por Otra Pac y coordinador del área de Tóxicos de Ecologistas en Acción. El objetivo de Europa se basa en aumentar la superficie de agricultura ecológica, pero también en «aplicar medidas para aumentar la eficiencia en el uso del nitrógeno. Es de esperar que en un futuro se lleve a cabo un sistema de producción con nitrógeno cero donde se potencie el buen uso del suelo y se aproveche al máximo las sustancias orgánicas que ya tienen las plantas para absorber nutrientes. De esa manera la dependencia de estos productos será menor», matiza el profesor de la UPV.

La Estrategia supone un cambio en la forma de producción para 2030, pero la crisis de precios puede ayudar a acelerar la transición. De hecho, desde Asaja comenta que ya se está notado un aumento del interés por los abonos ecológicos. Sin embargo, «en nuestra opinión la agricultura ecológica no va a sustituir nunca la agricultura convencional. Cada día hay más exigencias que no entendemos por la situación que estamos viviendo. La propia Comisión Europea, de hecho, parece que se ha dado cuenta de que hay que dar una vuelta a su estrategia verde porque estás exigencia pueden provocar más problemas para el campo».

Organismos como la FAO apuestan por el uso de fertilizantes orgánicos y bacterias y hongos para mejorar la nutrición de las planta como una parte de la solución a la crisis alimentaria que se cierne sobre el mundo debido al conflicto de Ucrania. «En agricultura ecológica lo que se hace, por ejemplo, es sembrar plantas que sean capaces de capturar nitrógeno de la atmósfera o extraer nutrientes del suelo. Se trata de plantas, como las leguminosas, la col o el rábano, que se asocian con bacterias y hongos que tienen las raíces y que ayudan a movilizar y a sacar esos nutrientes del suelo y del aire. Se pueden introducir como cultivo de rotación de forma puntual cada tres o cuatro siembras en explotaciones de cereales y hortalizas. Otra fórmula es compostar los restos de la cosecha. Hay una parte de minerales que se pierden por no aprovechar los residuos de los cultivos. Tampoco se debe mantener los suelos desnudos porque la acción del sol o la lluvia deterioran esa capa superficial y acelera la desaparición de nutrientes. Es una cuestión de cambio de manejo más que de aportar nutrientes de forma masiva», comentan la Sociedad de Agricultura Ecológica.

El hambre crece en todo el mundo

Son varias las voces que han alertado sobre una posible crisis alimentaria sin precedentes. precedentes. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, no pierde ocasión de declarar que ya este año hasta 276 millones de personas en el mundo se enfrentan a inseguridad alimentaria y para 2023 la situación global del hambre se volverá aun más negra. También el presidente de la Organización Mundial de Agricultores ha afirmado no estar seguro de que sea posible evitar una crisis alimentaria. La FAO lo expresa así: «La

Federación Rusa es el principal exportador mundial de fertilizantes nitrogenados, el segundo proveedor de fertilizantes de potasio y el tercer exportador de fertilizantes de fósforo. Dado que muchos países dependen dependen de los cultivos producidos en Ucrania y la Federación Rusa, y un número aún mayor depende de los fertilizantes rusos para producir sus propios cultivos, una guerra prolongada en Ucrania podría ayudar a aumentar la desnutrición crónica en 18,8 millones de personas más para 2023».