Sangre anarquista
Luis Collazo Campos era un joven gallego de familia humilde y huérfano de padre, que al acabar su Servicio Militar, volvió a su ciudad natal Vigo en el verano del 35 e intentó buscar trabajo para ayudar a la economía familiar.
De inmediato contactó con un antiguo amigo, José Domínguez Sánchez, que en ese momento se encontraba preso por ser falangista. Comenzó a visitarle en la prisión, donde conoce a otros militantes de la Falange Viguesa, con los que empieza a trabar amistad, y a descubrir la Doctrina de José Antonio. Cuándo recobra la libertad su amigo, Luis se une a la Falange de Vigo y empieza a visitar el humilde local que tenían en el número 1 de la Calle General Riego, sede que solo contaba con 2 habitaciones en la planta baja, donde a la vez tenía instalado un taller de zapatería su camarada José Domínguez.
Luis comienza, con 21 años, a vender el periódico “Arriba” por las calles de Vigo, venta que se producía entre continuos ataques de los grupos izquierdistas, en los que Luis se distingue dada su altura y corpulencia física.
El Jefe local de la Falange de Vigo, Felipe Bárcena, le consigue trabajo en las obras de ampliación de la factoría de Campsa, como peón.
Y llega la fatídica fecha del 7 de febrero de 1936, Luis sale del trabajo y se reúne con sus camaradas en el local de Falange, allí se encuentra con Felipe Bárcena, con Jorge y su hermano Ramón Mondina, con Melchor Herrero, José Míguez, Ramón Arias, Carlos Garabal, Enrique Gameselle , Antonio Lamas, José Domínguez y Constantino Cea, ya es noche cerrada.
A la luz de una vela, pues les habían cortado el suministro eléctrico al no poder pagarlo, empiezan la reunión y al poco tiempo oyen un fuerte golpe, tiran la puerta de entrada y unos anarquistas, armados de pistolas les gritan “manos arriba y contra la pared”. Los asaltantes son siete anarquistas, al mando de Luis Quintas, conocido dirigente de la FAI.
Tras unos segundos de estupor, Jorge Mondina, le intenta quita la pistola a Luis Quintas, mientras otro falangista apaga la vela. El jefe anarquista grita, refiriéndose a Mondina, “a éste el primero”. Los anarquistas vacían los cargadores de sus pistolas. Antes de salir, tiran dos botellas de líquido inflamable.
Resultaron heridos los falangistas quedan cubiertos de sangre, en el suelo quedan Garabal, Cea, Gameselle y Luis Collazo.
En la huida, los anarquistas se cruzan con el guardia de Asalto, José Fariñas, que al ver como seguían disparando en dirección al local de Falange, saca su pistola e intercambia disparos con Luis Quintas, además el policía dispara también contra otro anarquista, Robustiano Figueira, que cayó muerto.
La Policía encuentra multitud de casquillos en el suelo del local falangista, una pistola abandonada y 48 impactos de balas en las paredes. Trasladan a los falangistas heridos a la Casa de Socorro, el más grave es Luis Collazo, pues tiene dos heridas mortales de bala en el vientre con orificios de salida por la espalda. Murió dos días después.
Gameselle resultó herido de bala en el pecho, Garabal recibió un disparo que le rompió un brazo, Cea tenía un disparo en el tórax y Domínguez también estaba herido de bala.
La Falange entregó una cantidad de dinero a la madre de Luis, Balbina, para ayudarla, ella se negó y utilizó ese dinero en comprar la sepultura de Luis. En el mes de mayo de 1960, los restos mortales de Luis Collazo fueron trasladados al Valle de los Caídos, donde en la actualidad reposan.
Pero ¿que fue del asesino de Luis Collazo ,el anarquista Luis Quintas?
El anarquista Luis Quintas fue procesado por el atentado pero huyó y al comienzo de la Guerra Civil capitaneó los grupos izquierdistas que atentaron contra otros falangistas en Vigo, en Lavadores, que estaban al mando de Manuel Hedilla.
Al finalizar la Guerra, Luis Quintas estuvo escondido con documentación falsa a nombre de un tal Clemente Cabaleiro, realizando operaciones de contrabando, sin que fuera descubierto, así como ventas de productos por las ferias locales.
Hasta que en el año 1951 fue detenido, descubriendo la policía su verdadera identidad. Fue juzgado por un Consejo de Guerra en Vigo y condenado a prisión, tras la cual quedó libre.
Desde el mismo nacimiento de la Falange a finales de 1933, todos los partidos y sindicatos de izquierdas trataron por todos los medios de hacer callar la voz del nuevo movimiento, llegando incluso al atentado personal.
Hasta el 18 de julio de 1936 se han contabilizado 104 falangistas asesinados principalmente por socialistas, aunque también intervinieron en menor medida en los atentados, comunistas y anarquistas.