Opinión

De flores, mujeres y avenidas

A veces la vida te atropella y, con ella, también lo hacen las opiniones. Hace unas horas, una amiga me llamaba para preguntarme si había visto lo de Berlín. Sinceramente, creí que sería un nuevo atropello al que la actualidad nos tiene tan acostumbrados. No lo era aunque, en cierta medida, lo es. Lo de Berlín es que el consejo académico de una universidad ha decidido borrar de una de sus fachadas el siguiente poema de Eugen Gomringer, Premio de Poesía Alice Salomon: «Avenidas, avenidas y flores; flores, flores y mujer; avenidas, avenidas y mujeres; avenidas y flores y mujeres y un admirador». La razón para suprimir la poesía, escrita en español, es que los estudiantes la consideran sexista porque la palabra «admirador» es ofensiva para las mujeres, y el texto ofrece una imagen estereotipada de la mujer. No sé qué estudiarán estos alumnos, pero no concilian nada bien literatura y entendimiento. Desconozco qué cursarán sobre arte y libertad de expresión, pero están reteniendo muy poco y muy mal. En Occidente , o leemos poco, o nos está sentando fatal lo que leemos. Subrayo lo de Occidente porque en Oriente, concretamente en Irán, el concepto de sexismo y de libertad de expresión es muy distinto. Quizá estos estudiantes alemanes deberían detenerse allí cuando quieran abrir el debate sobre la denigración de la mujer. Lo ignominioso es que la mujer que apareció en las manifestaciones de Teherán, arrancándose el hijab y colgándolo de un palo, siga detenida y no se esté exigiendo su liberación ni por parte de organizaciones feministas, ni del omnipresente movimiento #MeToo, ni de los comités universitarios tan preocupados por el sexismo. Lo ha hecho Amnistía Internacional. Me interesa más la suerte de esta joven, que el oportunista afán censor de una universidad alemana. La superficialidad de la anécdota mata cualquier revolución importante. La vida tiende a hermanar comportamientos absurdos. En Irán quieren borrar la imagen de esta mujer convertida en símbolo de las protestas y esperemos que, en su querencia por el Photoshop, no la borren también a ella. Pero a quién le importa los derechos humanos teniendo poemas que borrar. Lo que nos gusta eliminar textos e imágenes; a Hitler y a Stalin, les enloquecía.