Opinión

La aporía de la Unión Europea

Este ha sido un fin de semana importante para el futuro de Europa tras haberse alcanzado un acuerdo entre la Unión y Gran Bretaña. Este acuerdo redefine sustancialmente el estatus de Gran Bretaña en el seno de la Unión, creando una auténtica excepción, por mucho que se pretenda hacer pasar como unos meros ajustes. No voy a analizar estos cambios, pero tienen que ver y mucho, con una concepción global de la naturaleza y fines de la propia UE. Parece que solo se ha tocado parte de la política de subvenciones, y algún derecho social con la creación del freno de emergencia, que permitirá a Gran Bretaña suspender el acceso de los inmigrantes europeos a determinados complementos salariales, durante sus primeros años de trabajo en Reino Unido, así como poder ajustar al precio de la vida en el país de origen las ayudas por hijo que le correspondan al trabajador, si el menor no reside en Reino Unido. Pero más allá de todo esto, lo que subyace es una profunda división en la forma de entender el futuro, entre el confederalismo francés y los mínimos de políticas comunes inglesas. Por ello ha llegado el momento de repensar la UE no tanto en su concepción global, ya definida en el tratado de Lisboa, sino de plantearse el futuro de la misma, y analizar si es posible o no a medio plazo la verdadera unión política, y aceptar que la única forma de mantenernos unidos es sobrevivir en un tercer genus entre ambas opciones. Jean Monet ya advirtió que Europa no se haría ni de una sola vez, ni en una obra conjunta, sino a base de realizaciones concretas, y en eso estamos. Leibniz decía que Europa reunía las condiciones intelectuales, morales y políticas para una UE, y las sigue manteniendo sin lugar a dudas. Estas ideas siguen siendo ejes de la construcción europea, pero quizá se debe plantear que la total unión política dista hoy en día mucho de ser posible, y quizá se corre el riesgo de comprometer el futuro de la Unión por la obsesión del federalismo; la obcecación por este modelo puede implosionar a la propia Unión ante situaciones difíciles como la actual. También es el momento de que la propia UE, que tanto ha exigido a países como España, comience a repensar el tamaño de su pantagruélica administración, que en muchos de sus empleos solo sirve para dar satisfacciones a miles de funcionarios muy bien pagados, y con muy poco trabajo. No debemos olvidar que como también decía Monnet, no se coaligan a estados, sino que se une a personas, y por ello se debe pensar en los intereses de las personas, y no solo en la de los Estados.