Opinión

El juez no es el enemigo

La semana pasada seis organizaciones feministas anunciaban públicamente que comenzarían a denunciar a los jueces que no dieran respuesta adecuada a las víctimas de violencia de género, y ello porque entienden que muchas de las víctimas de maltrato son a su vez maltratadas judicialmente, y por si fuera poco, concluían que estos casos de maltrato judicial no constituyen hechos aislados, sino parámetros excesivamente frecuentes. Tan generalizada crítica, amén de desproporcionada, entraña una distorsión de la realidad semejante a lo injusto del aserto.

Lo primero que cabe preguntarse es quién puede erigirse en juez de jueces para analizar si la respuesta judicial es adecuada o no, y lo segundo es cuál es el referente de esta adecuación, la ley o un sentido de la justicia inspirado por esa visión de la realidad tan distorsionada.

Lejos de estas críticas, hemos de poner en valor el excelente trabajo que están desarrollando los jueces de violencia de género en España, los cuales se enfrentan día a día a los peores conflictos que nos podamos imaginar, la inmensa mayoría producidos en el seno de una pareja o ex pareja, lo cual los anuda a una inmensa dificultad que las asociaciones denunciantes parecen no tener en cuenta. Nadie tiene duda de que cualquier mala praxis, en estos y cualesquiera otros órganos judiciales, puede y debe ser denunciada, pero de ello a generalizar y menospreciar a estos profesionales que de forma denodada y con gran esfuerzo dan respuesta a este tipo de violencia, hay una gran diferencia.

No nos equivoquemos de enemigo, el enemigo es el maltratador, el criminal y no aquellos que dan respuesta legal a esta lacra. El sentimiento de solidaridad que han sumado los jueces de violencia de género en los demás miembros del poder judicial, expuesto en un comunicado público, en absoluto supone un mínimo atisbo de corporativismo, al contrario, es réplica al injusto y erróneo cuestionamiento de su trabajo.

Como decía Kant: «Con las piedras que con duro intento los críticos te lanzan, bien puedes erigirte un monumento»; el resto de jueces, lo único que hemos hecho es reconocer y poner en valor el gran trabajo y enorme esfuerzo que desarrollan nuestros compañeros, y ello sin enfado alguno, porque, como decía Tácito, «quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas».