Opinión
Democracia militante
Con carácter general la democracia se concibe hoy como una democracia procedimental, en contraposición a lo que se denomina democracia militante basada en una activa defensa de los valores y principios que le dieron grandeza política y moral. La acepción del concepto de la «democracia militante» fue acuñada por Karl Loewenstein, en un trabajo elaborado durante su exilio americano como consecuencia de los dramáticos acontecimientos registrados con Hitler en el poder; en este trabajo realiza un llamamiento a salvar la democracia de sus enemigos, aunque sea sobre la base de redefinirla como disciplinada o autoritaria; en definitiva, esta expresión surge para argumentar que la democracia alemana de la Constitución de Weimar de 1919 sucumbió ante los enemigos de la libertad precisamente por no ser militante. Nuestra democracia es claramente procedimental y no militante, y por ello se puede asumir la existencia de partidos políticos que, entre otras gestas, pretendan la independencia de una parte de España. Antes de 1995 se concebía una asociación como ilegal cuando, entre otros fines, persiguieren «la destrucción del orden jurídico, político, social o económico, o el ataque, por cualquier medio, a la soberanía, a la unidad o independencia de la Patria, a la integridad de su territorio o a la seguridad nacional», hoy ya no. El pluralismo político consagrado por la Constitución tiene como límite legal los supuestos de asociación ilícita y los establecidos en la Ley de Partidos, y desde 1995 ni la Ley de Partidos ni el Código Penal recogen expresamente el independentismo como motivo susceptible de provocar la ilegalización de una formación política. Mas, la necesidad de defender a la democracia de fines odiosos y preservar las cláusulas constitutivas y los elementos sustanciales del Estado democrático constitucional, como la división de poderes y los derechos fundamentales, obliga a los poderes públicos a hacer respetar tanto los principios y derechos básicos de los ciudadanos, como los deberes que como sujetos públicos están obligados a cumplir. Ahora bien, la cuestión es establecer unos definidos límites en defensa de estos valores; en nuestra democracia permitimos que se pueda proponer por cauces democráticos el independentismo, y en este sentido, tan permisivos se debe ser en este ejercicio de libertad política, como enérgicos cuando se traspasan estos límites, lo cual, parece que a algunos les tiene confusos y sorprendidos.
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