Opinión

Insultar no es criticar

La libertad de expresión es un derecho fundamental de las personas que además ejerce una función social esencial para la democracia, la conformación de una opinión pública diversa y plural.

Es un derecho más amplio que la libertad de información, ya que ésta queda sujeta a la exigencia de veracidad, mientras que en la libertad de expresión la difusión de ideas y opiniones ha de ser libre, garantizando así el pluralismo.

Ahora bien, el insulto nunca puede estar amparado por este derecho, y menos las injurias y las calumnias. Como todo derecho tiene límites, y el primero lo determina la propia Constitución –el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia–. La Constitución establece un límite expreso a la libertad de expresión, el derecho al honor de las personas, y no al revés.

Algunos jueces están recibiendo ataques inmisericordes a su honor como consecuencia de su ejercicio profesional, y algunos de los autores de tales invectivas creen estar amparados por la Sentencia del TEDH Rodríguez Ravelo c España, donde el Tribunal, ante una abogada que hizo juicios de valor respecto de una jueza y le imputaba unas conductas reprobables tales como el hecho de decidir voluntariamente el falsear la realidad y no dudar en mentir o incluso en emitir un informe falaz en el que figuraban indicaciones falsas y malintencionadas, entendió que, aunque graves y descorteses, las expresiones utilizadas por la letrada habían sido presentadas por escrito y sólo las conocían la jueza y las partes.

El TEDH estima que la condena penal del abogado podría producir un efecto disuasorio sobre los abogados encargados de defender a sus clientes, no habiéndose ponderado un justo equilibrio entre la necesidad de garantizar la autoridad del poder judicial y la de proteger la libertad de expresión.

Ahora bien, cuando estas críticas, superan este democrático y necesario ámbito, convirtiéndose en injurias y calumnias con trascendencia pública buscando la forma más eficaz de zaherir, se puede estar perdiendo el paraguas de la libertad de expresión como medio para complementar el derecho a la defensa. ¡Qué necesidad hay de insultar!