Opinión

Río de Janeiro, bajo las armas

En Río de Janeiro entendí Brasil (el país del futuro y que siempre lo será) con la primera del excelente «Jornal do Brasil», apenas amanecido.

Rivalizaban dos rataplanes: la puesta en órbita del «Brasilat» su primer satélite propio de comunicaciones y la sublevación de los indios «Carajás» que pintados de guerra desafiaban al Gobierno obligando a la movilización del Comando Militar Amazónico. La era espacial y la edad de piedra conviviendo armoniosamente. Un suceso luctuoso y terrible se narraba vergonzantemente en páginas interiores: en un colectivo carioca un sargento de la Policía Militar, tras suscitar una discusión infantil, desvió al autobusero a punta de pistola hasta su acuartelamiento; en el patio de armas formó un piquete y comenzó a fusilar al pasaje hasta que la llegada de un oficial detuvo la locura.

Y es que la PM brasilera no controla a la tropa sino que, militarizada, hace doblete con la policía civil. Llama la atención en las playas que se ensartan desde la bahía de Guanabara verlos en garita, con casco y arma larga, sin otra función que la de mostrarse.

La violencia urbana en Río está asumida y no es atroz como en México y Mesoamérica. Años ha el gobernador socialista, Leonel Brizola, inició un diálogo con los dirigentes de las favelas, casi de poder a poder y la policía podía entrar a Rocinha, por ejemplo, con salvoconducto, pero la «maconha» (potente marihuana) continúa mandando con armas automáticas. Al menos acabó la matanza de los «meninos da rua», chicos fugados o expulsados de las favelas, durmientes en las aceras más caras de la ciudad, asesinados por la PM a sueldo de los comerciantes.

El Presidente Temer, ahora en el poder, carga con más corrupción que su antecesora Dilma Rousseff y, para repetir, suelta humo como la militarización del orden público en Río: el Ejército, al mando del general Walter Souza, persiguiendo carteristas y pacificando favelas, retrocediendo hasta la que fuera dictadura militar, desoyendo a la Organización de Estados Americanos (OEA) y desatendiendo los fracasos de la infantería de marina mexicana o peruana contra narcos o Sendero Luminoso. No tuvieron otros éxitos que los de la DEA o la CIA.