Opinión
El populismo en la Justicia
La publicación de la sentencia del denominado caso «La manada» ha provocado infinidad de reacciones críticas, y todo ello, porque no se les condena por un delito de agresión sexual, sino por abusos sexuales. Lo primero que llama la atención, es el éxito que han tenido los cursos de técnicas de lectura rápida que parecen haber seguido muchos, los cuales, en un limitado lapso de tiempo han comenzado a criticar ferozmente una resolución judicial plasmada en más de 300 folios. Lo segundo es el alto grado de conocimiento que parecen tener sobre conceptos tales como violencia o intimidación en contraposición al concepto de prevalimiento en la «obtención del consentimiento mediante una situación de superioridad manifiesta que coarte a la víctima».
La distinción entre la intimidación y la coerción mediante prevalimiento nos plantea serios esfuerzos a los juristas, y algunos, en escasos minutos parecen haber alcanzado la solución, lo cual parece justificar los furibundos ataques a los jueces.
El tipo penal más grave, la agresión, cuando consiste en acceso carnal por vía vagina, anal o bucal, conlleva una pena de seis a doce años de prisión, y el segundo tipo penal, el utilizado en la sentencia, de cuatro a diez años.
Estamos ante marcos penales muy similares que ponen de manifiesto la proximidad de ambos ataques al bien jurídico protegido, la libertad sexual. Yo no seré el que valore la sentencia, de esto se encargará el Tribunal Supremo, tampoco niego que se pueda y deba criticar la resolución, pero, como mínimo, tras una sosegada lectura de la sentencia y de los art. 178, 179 y 181 del Código Penal.
La distinción entre la intimidación y la coerción por prevalimiento de una situación de superioridad manifiesta no es fácil, requiere un análisis caso a caso y eso es lo que se ha hecho.
Decía Thomas Jefferson que es razonable que todo el que pide justicia debe hacer justicia, y por ello cuando se critica una resolución como ésta, lo mínimo que se debe ser es justo en la crítica y no un irresponsable provocador de la masa.
Es triste observar cómo la concreta aplicación de una ciencia que requiere años de estudio y experiencia es cuestionada en minutos por quienes ni tan siquiera se han tomado la molestia de leer la resolución.
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