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Opinión

Jamás olvidaremos

Siempre aposté por la democracia. ¡Y lo que nos ha costado! Sobretodo a los extorsionados, amenazados, manipulados, heridos, mutilados por ETA y, peor aún, sumándole un dolor que se enquista y arrastrando un sufrimiento que cuesta tanto superar, el de los familiares y amigos de asesinados. Mirando a mis hijos, pienso en todos esos niños y niñas de su edad, que no tienen la suerte de disfrutar, como los míos, de sus abuelos, porque ETA les dejó sin padres, tíos, abuelos...

Ellos no saben lo que es el terrorismo, ojala no tengan que saberlo nunca, pero sufren sus terroríficas consecuencias: que su árbol genealógico esté mutilado mucho antes de tiempo, que no puedan subirse en las rodillas de su abuelo y escuchar sus cuentos e historietas, porque un joven exaltado, radical, despiadado, inhumano, decidió quitarle del medio. Siempre aposté por la verdad frente a la manipulación, la memoria frente al silencio, la solidaridad frente a la indiferencia, la justicia frente a la impunidad y el amor y la cooperación frente a todo tipo de violencia. Por ello entiendo que tantas víctimas intelectuales exijan un final de la baba asesina sin impunidad. Que resuelvan los crímenes que quedan por resolver. Que se condenen los asesinatos sin condiciones y que jamás sea el terrorismo una vía para poder conseguir objetivos políticos.

Que no existan homenajes a terroristas. Que se respete la memoria de todas las víctimas... Por fin llegamos al final del capítulo más terroríficamente largo, despiadado y sangriento de la historia de España y pese a la sensación que tengo de «ya era hora» y de que «nunca es demasiado tarde para perdonar y pedir perdón», sin condiciones y a todas las víctimas, lo que no podemos permitir es que sea un «aquí no ha pasado nada». No se trata de memoria sino de algo más objetivo e intocable llamado historia. Por eso no queremos manipulaciones, cinismos ni instrumentalizaciones. Tampoco intereses ocultos fuera de la ley. Es un momento histórico que tenía que haber llegado hace muchos años. Pero un crimen es un crimen y el dolor muchas veces no prescribe. Se creían héroes. Se equivocaron. Esparcieron un dolor tan absurdo y gratuito como inhumano. Jamás olvidaremos lo inolvidable.

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