Opinión
María Zurita: Madre 24 horas al día
María Zurita rompe moldes dentro de la familia del Rey, que no es lo mismo, aunque pueda parecerlo, que la Familia Real, solo formada por Sus Majestades y sus hijas. Lanzada, modesta, de vestimenta desenfadada, con una sencillez y cercanía sin pre-
cedentes y con el bohemio ejemplo de su antepasada «La Chata», María heredó lo mejor de su madre –paciencia, resignación y la capacidad de adaptarse a cualquier circunstancia– y la humanidad paterna, bien labrada en centros médicos. La hija de los duques de Soria no va de nada. Siempre es una más en su grupo, que le llama Marga. No marca distancias y logra que todos la adoren. Vive entregada a su empresa de traducciones, una de las mejores de Europa. La fundó casi como una distracción, sin importarle ser la última nieta de los condes de Barcelona o nacer cuando Don Juan Carlos ya era Rey.
María se definió cuando al cumplir su madre 70 años le montó una fiesta en Miami donde estuvieron desde Alaska a Jesús Vázquez. Todo será distinto a partir de ahora. Cómo han cambiado los tiempos y las mentalidades. Cómo no recordar las avispadas madrugadas palmesanas, durante los veranos de Don Juan Carlos y Doña Sofía en Marivent, cuando era impensable dirigirles la palabra, protegidos siempre por una lógica barrera de seguridad. Bien lo sufrió Fernando de Almansa. Hasta hace pocos años no bajaron esa guardia que chocaba con la enamoradora campechanía del Rey Emérito y el siempre saber estar y comportarse de Doña Sofía.
Enemiga de ataduras
Quién imaginaría hasta casi anteayer una maternidad para muchos inadmisible y censurada. Valentía, siendo quien es, que decida ser madre soltera de un crío que al nacer pesó 1.700 gramos. Así cumplió una aspiración que parecía inalcanzable dado su estatus. No se recordaba nada similar desde los tiempos de la incómoda Infanta Eulalia, hace un par de siglos. Como María no era muy dada a emparejamientos y es enemiga de ataduras, lo que tuvo con Javier Larrainzar, sastre de Don Juan Carlos, no pasó de un tonto sueño de una noche de verano.
Maternidad y soltería como «leit motiv» en todas las reuniones. Algunas hasta se santiaguaron. «Cuánta tontería. Hay que ver a dónde hemos llegado», lamentan los puristas anacrónicos apegados a normas de otra época. Pero María se salió con la suya y parece que Don Juan Carlos podría apadrinar al niño, dándole reconocimiento y apoyo al casi desafiador gesto dentro de una familia que años atrás desheredaba por mucho menos.
María parió antes de lo previsto, solo con siete meses y medio de embarazo, pero eso no dificultó el nacimiento porque ella es una mujer deportista capaz de asumir la maternidad con todas sus consecuencias. Cosas así antes merecían una medalla al valor y la abnegación, no hay mayor recompensa que esta criatura, hasta hoy el último Borbón nacido, primer nieto de la dulce, invidente y siempre risueña Infanta Margarita, que, pese a ciertos problemas de movimiento, hoy salta de alegría ante este aumento de la familia. Adelantándose a la heroicidad de su niña, ella también supo superar los impedimentos de una ceguera de nacimiento. En nada le privó de hacerse enfermera, trabajar en clínicas donde pedía igualdad al darse a los demás, que hasta olvidaban sus limitaciones físicas, algo nada difícil porque Doña Margarita es la primera en no concederle la importancia que tiene y que ella supera con altruismo.
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