Opinión

La moral de los fariseos

Conviene recordar de vez en cuando a Lucas 6: 41-42 o Mateo 7:1-6, cuando describen una admonición de Jesucristo, que algunos confunden con un viejo refrán castellano. «No juzguéis, para que no seáis juzgados... ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, ¿tú que no ves la viga que tienes en el tuyo?».

Los seres humanos padecemos una dañina y contumaz inclinación a criticar a los otros. Descubrimos y enfatizamos con suma facilidad los defectos y las malas acciones que quienes están a nuestro alrededor, y ello nos determina a criticarlos, olvidando por completo nuestros propios defectos, a veces más graves que los de quienes criticamos.

Esto lleva a algunos a erigirse en jueces que juzgan y condenan sin piedad a todo lo que se les pone por delante, haciendo la vista gorda con su propia conducta, y llegando a justificar lo mismo que critican para que su actuación sea aceptada sin más.

Lo que Jesucristo predica del ser humano de forma individual, se sublima cuando la crítica se ejerce desde una determinada ideología o sigla política, de tal modo que lo que en ellos es una chiquillada, una tontería, una banalidad, en el adversario es un comportamiento que resulta aberrante y abyecto.

Mas esta sublimación alcanza un grado irresistible cuando además se hace esgrimiendo un código pretendidamente ético, a través de cual se analiza y juzga el comportamiento del adversario, código que guardan distante de su propio comportamiento. Muchos huyen de lo moral y se hace fuertes en lo ético, proponiendo códigos de conducta que superando los valores morales pretenden normativizar las conductas más allá de la ley.

La moral es un conjunto de principios y normas establecidas en el seno de una sociedad, las cuales ejercen una influencia muy poderosa en la conducta de cada uno de sus integrantes, por contra la ética surge como tal en la interioridad de una persona, y ello como resultado de su propia reflexión y su propia elección. Como decía Ortega: «Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestra moral».