Opinión

Mociones de todo a cien

En la democracia contemporánea española la moción de censura contra el Gobierno solo se ha usado tres veces, una contra Adolfo Suárez , otra contra Felipe González y la anterior contra Mariano Rajoy, y todas fueron artificiales, sin esperanza de éxito, brindis al sol, mercadotecnia política de tercera, porque no hay cuarta, y escabel de los postulantes para llamar la atención del público sobre su figura personal. Mociones de cambalache y mercadillo para sobrealimentar el ego del aspirante o su liderazgo partidario. En 1.980 González sabía que la deriva de la sociedad española le daría dos años después la mayoría absoluta y censuró a Adolfo Suárez sabiendo que perdería la moción pero subrayando con ella su condición de adelantado del cambio. Ya entonces utilizó la palanqueta de la corrupción del Gobierno y las instituciones, acusación de pitiminí ante el aluvión que empezó después con sus 14 años de gobernanza. Aquel “felipato” tuvo un balance general positivo y se hace cuesta arriba recordar lo que olvidan otros: que el PSOE fue el primer partido, y hasta ahora el único, condenado en firme por financiación ilegal para sufragar el innecesario referéndum sobre el ingreso en la OTAN. Padecemos pérdida de memoria a corto.

Debilitar más a un debilitado Suárez a mitad de legislatura no fue alta política sino oportunismo electoralista. En 1.987 la moción del líder de Alianza Popular, el efímero Antonio Hernández Mancha, abogado extremeño que se presentaba en los congresos trajeado de blanco nuclear, con bastón de caña y canotier, contra González, no tuvo otro objeto que el de darse a conocer a nivel nacional ya que ni era diputado (como Pedro Sánchez) y subió al arengario del Congreso en calidad de invitado. Motivó más risas entre Sus Señorías que aplausos entre los suyos y fue el preludio jocoso de su sustitución por José María Aznar. El pasado año Pablo Iglesias también presentó su moción sabiendo que no la ganaría, mucho más para arrinconar al PSOE, creyendo en el “sorpasso” de las izquierdas, que para tambalear al Presidente Rajoy. Así el balance de nuestras mociones de censura no puede ser más haraposo, personalista, cortoplacista y banal, arterísco a pié de página en la reciente historia del Congreso. Tenía razón el malvado y sabio político, Giulio Andreotti, al ser preguntado por la política española: “Manca fineza”. La Carrera de San Jerónimo tiene fama de milagrera, y todo puede suceder pero no parece que el Secretario del PSOE vaya encontrar el viernes su carretera secundaria para llegar a La Moncloa. Traicionó a Susana Díaz pactando un secretariado provisional, y se quedó. Su jefatura socialista se ha signado por consecutivas pérdidas de votos y escaños alcanzando un mínimo histórico, ni siquiera es diputado y quiere ser presidente del país (lícito si gana su moción con un puzle suicida) sin ganar unas elecciones siquiera por mayoría minoritaria. Otra moción de censura para la papelera.