Opinión

Un hombre honrado

Rajoy ha caído víctima de la posverdad a cinco columnas en primera página, con titulares de tipografía escandalosa. Esa misma falsedad, basada en la inquina justiciera y en las propias torpezas, ha nutrido de arriba abajo los largos editoriales, que han servido de munición a las redes sociales y a los adversarios del gallego. Una auténtica jauría de distintos pelajes ha salido tras la misma pieza. No tenía escapatoria. Así ha sucumbido, en una fulminante «conspiración política» bien tramada, pero que ha tenido poco que ver con la moción de censura «constructiva» que establece la Constitución. Los que lo conocen de cerca aseguran que es un hombre honrado a carta cabal, incapaz de llevarse a casa un lapicero, un liberal y un buen demócrata. Es, desde luego, un excelente funcionario, un gran parlamentario y parece que una buena persona. Con sus luces y sus sombras –su parsimonia, su aparente quietud inmóvil, su comportamiento previsible, su falta de imaginación política, su descuidado carisma...– quedará como un buen presidente en una época tormentosa.

Bajo su mandado ha salido España de una gravísima crisis, se ha creado empleo como en los buenos tiempos, se ha hecho el relevo con normalidad en la Jefatura del Estado, ETA se ha rendido, se ha impuesto con prudencia y firmeza la legalidad constitucional en Cataluña con la aplicación del artículo 155 de la Constitución y se ha hecho frente a la corrupción como no se había hecho nunca. Ha caído por la crisis catalana y por la corrupción en su partido, campos perfectos para el cultivo de la posverdad.

En su despedida, ha mantenido la dignidad. Un tanto desconcertado, con la amargura en la cara y en el corazón, Rajoy pierde el poder, pero recupera la libertad. No es mal negocio.