Opinión

De avestruces y pernadas

Sin duda tenemos el cerebro proclive a asumir como dogma de fe los más extravagantes disparates. Don Manuel Azaña escribía en sus lúcidos diarios: «Hay que tener mucho cuidado en poner en circulación una tontería en Madrid porque arraiga mejor que las acacias». Hay desmayos mentales peores y universalmente aceptados que incluso contaminan el lenguaje coloquial y así se supone que un medroso esconde la cabeza como un avestruz en la tierra ante un peligro inminente. El avestruz excava la tierra para anidar sus grandes huevos o escarba en busca de lombrices y, por lo demás, es ave poderosa que corre a velocidades olímpicas y puede matar a un agresor con su duro pico esgrimido por un cuello extremadamente musculado. Sin embargo el más convincente etólogo no logrará hacer entender a nadie, aun con estudios superiores, que jamás se ha visto a un avestruz enterrar su cabeza ante una situación ominosa. Estimar que un prepotente con mando en plaza ejerce derecho de pernada sobre sus subordinados es un error atávico ya que el procedimiento jamás existió en el Derecho del Medioevo. En las tenebrosidades de la Edad Media señores de horca y cuchillo, dueños de vidas y haciendas, violarían doncellas en sus nupcias y se satisfacerían con más aberraciones, pero la pernada o el pernil era el anca de la vaca asada en el convite que se ofrecía en cortesía al señor feudal.

Y hoy seguimos trasladando la mesa del comedor al lecho lúbrico. El derecho a decidir tampoco existe pero es viral como diría un pisaverde analfabeto en redes sociales. Decidir el derecho es eutrapelia de pícaros extraída con fórceps de la independencia de las colonias de sus metrópolis en los años sesenta. Se ignora si los secesionistas catalanes se sienten colonia del Reino de Aragón o la Corona francesa pero de España no pueden ni nunca fueron colonizados en castellano o el catolicismo. El derecho a decidir retrotrae a la primera civilización historiada de los sumerios y sus ciudades Estado. Decidir en libre albedrío los derechos es la autodeterminación de la vida salvaje. Menos avestruces, menos pernadas y más pasar por la librería.