Opinión

Un Presidente ordenado

Es recomendable la lectura de «Un hombre ordenado», autobiografía del gran actor inglés Dirk Bogarde («La muerte en Venecia», «Portero de noche») hoy materia de olvido excepto para cinéfilos. Podía haber sido uno de los personajes de «El factor humano» de Graham Green, ya que daba la impresión de comprender que el mayor sufrimiento es el de los demás. Fue más que un secretista que quemó todos sus papeles, fotografías y diarios en vísperas de su muerte, un intelectual ordenado molesto ante una vida y una Historia de ruido y furia contada por un loco según definiría Shakespeare. De él decían sus amigos que si le abrieras el armario solo encontrarías un par de botas de campo. Jamás aludió a su homosexualidad no por temor social sino para preservar su emparejamiento con otro hombre durante 40 años y sin sexo: respeto, amistad, compañeros de este viaje a ninguna parte.

Ya se sabe que somos lo que somos, lo que pudimos ser y no fuimos, lo que los demás creen que somos, y esa conjunción es lo que somos. Quien no comprenda esa ecuación será arrastrado por la estúpida vorágine de lo público. Apartando la heterosexualidad de Mariano Rajoy este, como Bogarde, es mucho más complejo de lo que parece y bajo su apariencia de gallego tranquilo discurre la escasa normalidad del hombre al que incomoda el desorden mental, las salidas de tono, la ausencia de elegancia en el trato con los demás y los chirridos de la publicidad política. No necesita un ditirambo porque su regreso a la vida privada habrá sido, probablemente, acogido con respeto hasta por los adversarios que le demonizaron con argumentos de quincalla. Vivía con su padre nonagenario, a Viri no la hemos visto en 7 años, ni a sus hijos, ha visto la «muerte» en el Tarot, y se ha escapado de la trampa para osos de Sánchez abandonando el partido y el escaño, desaforándose al albur de cualquier juez de primera instancia afanoso de notoriedad, recuperando su juvenil oposición y campando en su casa de siempre. El último derecho del hombre es el de marcharse y le ha dado a Pablo Iglesias en las narices con lo de las puertas giratorias. Descansando en su orden, se va un hombre decente.