Opinión

Ideologizando el género

Simone de Beavoir, «el castor», con su libro «El segundo sexo», extrajo del estupor un feminismo exhausto tras larga lucha por el voto de las mujeres. Fue una Biblia para generaciones y dejó una máxima dudosa: «La mujer no nace, se hace». Simone no debió hacerse a sí misma con mucho mimo porque aún eterna pareja de Sartre viviendo en diferentes viviendas y barrios, sus celos intelectuales la atormentaron de por vida y los sentimentales la llevaron a escribir «La ceremonia del adiós» como una venganza a su compañero en una escatológica descripción de un Sartre en el naufragio de su vejez persiguiendo alumnas y descontrolando sus esfínteres en los pantalones. El sexo es saludable pero es que Simone defendió la pedofilia y consideró que en el desarrollo de la mujer para nada intervenían la compleja genitalidad interna, la biología, la fisiología, la morfología o la progesterona o los estrógenos sino la educación y el libre albedrío; uno nace y en conciencia decide a su tiempo si es hombre o mujer, o esas 35 subespecies que pregona un vocero de LGTBI. La ideología de género toma de Engels (que se ocupó del matrimonio en pro de destruirlo) otra consigna, esta vez cierta: «La mujer es el proletariado del hombre». Colapsado el socialismo real Fidel y Lula organizaron el Foro de Sao Paulo para usar el llamado Socialismo del siglo XXI como exhumador de otro comunismo a la violeta cuya mayor gloria es el chavismo de Maduro.

El nuevo feminismo encontró su piedra filosofal en la Ideología de Género considerando que fracasada la lucha de clases su heredera natural es la lucha de sexos que instaurará el matriarcado. Hace décadas que las avanzadas de tal ideología preconizan una futura reproducción por partenogénesis haploide (un ovulo se divide y la otra parte actúa como espermatozoide en insectos o anfibios) o por partenogénesis telitoquia de los pulgones que solo engendran hembras. Varones en zoos o reservas. Feminicidios y despreciables violaciones dan al hombre por misógino de abominable género. La Historia recuerda que el feminismo solo alcanza sus objetivos cuando se alía con los sospechosos hombres, hoy repugnantes machistas.