Opinión

Pederastia

Son escalofriantes los números y los detalles de los abusos sexuales cometidos contra menores por clérigos de las seis diócesis del estado norteamericano de Pensilvania. Los ha revelado un copioso informe de 1.400 páginas elaborado por un organismo estatal de absoluta solvencia. Su lectura provoca náuseas y un rechazo absoluto. La respuesta de la Santa Sede no se ha hecho esperar. Una declaración del portavoz vaticano, el periodista estadounidense Greg Burke, sintetiza con dos palabras la reacción de Francisco: dolor y vergüenza. «El Santo Padre –se lee– entiende bien cómo estos crímenes pueden sacudir la fe y el ánimo de los creyentes y reitera su llamamiento a hacer todos los esfuerzos posibles para crear un ambiente seguro para los menores y los adultos vulnerables en la Iglesia y en toda la sociedad».

Pero hay un dato que el comunicado vaticano subraya: son abusos cometidos antes de los primeros años 2000 y no se registran más casos a partir del año 2002. Demostración de que las reformas llevadas a cabo por la Iglesia católica en este escabroso asunto han reducido drásticamente los abusos cometidos por el clero. Sería, sin embargo, ilusorio y suicida bajar la guardia. La «tolerancia cero» debe continuar y, si cabe, acentuarse. Y como recuerda la nota vaticana es imprescindible obedecer a la legislación civil , «incluida la obligación de denunciar los casos de abusos a menores». Por desgracia sólo dos de los sacerdotes acusados podrán ser llevados a los tribunales; los restantes han fallecido y Dios los habrá juzgado con la severidad que se merecen.