Opinión

«Visiting» Moncloa

Iván Redondo sera el «Monje Negro» de Pedro Sánchez, pero como jefe de su Gabinete le responsabilizarán de los jeribeques buenos y los peores dada su experiencia (también asesoró al PP) en el tallado de estatuas de humo. La última el americanizante «visiting» Moncloa que sugiere una política de transparencia para consumo de inocentes. Recorrer el espacio público de la Casa Blanca tiene el sentido de pisar Historia, el domicilio de Washington, la alcoba de Lincoln, el arte genuinamente americano que recolectó Jackye Kennedy y toda la atmósfera de la pompa y circunstancia que da el poder. Moncloa fue palacete particular hasta que Isabel II lo donó al Estado.

Durante la guerra civil fue frente y de él no quedó ladrillo sobre ladrillo ni nada que recordar hasta ser edificado de nuevo en los años cincuenta para residencia de huéspedes de rango. A Suárez le llevaron obligado por la inseguridad etarra y plantó una pista de tenis. Leopoldo Calvo Sotelo retiró inumerables ceniceros, cubrió los anaqueles de libros y tuvo que reventar la caja fuerte al no aparecer la clave; dentro solo habitaba una tira de papel con la contraseña de apertura. También instaló un piano. Felipe llevó el Palacio a Complejo, hasta con refugio de mando antiatómico y plantando una huerta y un jardincillo de bonsáis quejoso de que el ámbito era «una tarta de nata montada con toques de purpurina». Aznar agregó un espacio de padle y Ana Botella aseguró que aquello era inhabitable.

Sonsoles de Zapatero entró como prosbocídio en Porcelanosa y combinó lo neoclásico con el minimalismo que sienta a la vista como a un santo Cristo un par de pistolas. Rajoy y Viri dejaron su estilo no cambiando nada. Hay un despacho presidencial que se usa y otro de utilería que se enseña. El pretencioso salón de columnas tiene aire de recepción de funeraria de postín y un Picasso lo cambiaron por un Miró. El primer Roosevelt recibía a los visitantes y escuchaba sus quejas. Finalizada la Guerra de Secesión, Lincoln sacó la banda a la Avenida Pensylvania y ordenó: «Toquen Dixi», el himno de la confederación. Creanmé: en Moncloa no hay nada que visitar.