Opinión
Órdago
Hace algunas semanas el arzobispo Carlo María Viganò, ex Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, lanzó un órdago contra el Papa acusándolo de encubrir escándalos sexuales y pidiendo su dimisión. Lo nunca visto.
Algunos espíritus pusilánimes se llevaron las manos a la cabeza y se preguntaban qué podía hacer el Santo Padre ante tamaña amenaza mientras se multiplicaban las noticias de nuevas oleadas de abusos sexuales en diversos países.
La respuesta llegó el pasado 12 de septiembre cuando la Santa Sede anunció que, siguiendo la sugerencia del llamado «C 9», el consejo de nueve cardenales que le asesoran en el gobierno de la Iglesia universal, el Papa convocaba a Roma a los presidentes de todas las Conferencias episcopales
–130– para mejor planificar con ellos la protección de los menores. Reunión que tendrá lugar los días 21 al 24 de febrero 2019.
Es una convocatoria inédita en la historia de la Iglesia que prueba por una parte la magnitud planetaria del problema y por otra la necesidad de que las soluciones no pueden venir sólo de la cabeza del cuerpo eclesial sino de todos sus miembros. Lo había afirmado previamente Bergoglio en su Carta al Pueblo de Dios encabezada con esta cita de la epístola de San Pablo a los cristianos de Corinto: «Si un miembro sufre, todos sufren con él».
Puedo equivocarme pero me atrevo a pensar que al final de esta historia se demostrará que el órdago de Viganò iba de farol.
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