Opinión
La aproximación indirecta
La Constitución estadounidense es la decana de entre las escritas por dos causas: las enmiendas que ha recibido, algunas de ida y vuelta como la Ley Seca, y la escasez de las mismas, siempre sobre los complicados y demorados meandros que hay que seguir para su reforma, antítesis de modificaciones «exprés» como la que algunos entre nosotros parecen tener el Texto Magno por una cafetera en permanente ebullición, sujeta a intereses puntuales del oportunismo a plazo inmediato. Los 100 días de Napoleón tras fugarse de Elba acabaron en Waterloo tan frecuentado por Puigdemont, prófugo como Antonio Pérez y fiel de la política española, y los cien de Pedro Sánchez se han festejado con la tesis, más francoborimundia y la enredada discusión bizantina sobre los desmedidos aforamientos que necesitarán un cajón de sastre constitucional y a las corridas, como si los contribuyentes, solos ante el peligro, no tuvieran cosa mejor en que ocuparse, tras el telón de tanto dicharachero.
Empeñar al Senado en la disección de la tesis de Sánchez es propio de los debates de Radio Cucufata, emitidos en abierto por pacientes mentales desde uno nosocomio de Buenos Aires. Varios catedráticos en economía aplicada estiman privadamente que el problema de la dichosa tesis no consiste en el nivel de plagio sino en que tamaño engendro recopilatorio jamás debió acercarse siquiera al estrado de un tribunal doctoral, aunque fuera «ad hoc», por su ausencia de enjundia científica laureada caritativamente con un «summa cum laude». Y no hay más tela que cortar. Que le den una cátedra de Metafísica al audaz doctorando. Con estos pasos los restos de Franco terminarán en la Catedral de Madrid, elevando su rango mortuorio, y hablar de cirugía de urgencia constitucional para aproximarse al blindaje del Jefe del Estado con papel de plata de cocina es dislate. Tocar la consensuada Constitución de 1978, tan refrendada por los catalanes, cuando en un territorio español no se cumple reiteradamente y se amenaza con ignorarla aún más es propio del que asó la manteca. «Estrategia de la aproximación indirecta» del teórico castrense inglés Liddell Hart, revolucionó la guerra moderna y hasta las argucias de la política y los negocios. Nunca atacar de frente sino con avances laterales y engañosos sobre posiciones ancilares y desguarnecidas. Sánchez & Co. se lo saben.
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