Opinión
El parchís de Franco
Puigdemont y Torra en su máster republicano han aprendido el axioma de que el Estado posee el monopolio de la violencia y, aún legos, se han liado a palos con sus propios, y es que cuando quieren injuriarles tildan a ambos de profundos intelectuales devenidos en clarividentes estadistas. Bismark y Cavour en una sola pieza bicéfala. Puigdemont pudo decir aquello de «no le digas a mi madre que soy periodista; ella cree que soy pianista en un prostíbulo» y Torra, el servomando, es un atorrante (lunfardo) oralmente y por escrito. Es inconcebible que demos pábulo a las chocarrerías de estos orates manipuladores propietarios de la secta que tanto nos desvela. Resulta más real y entretenido el suceso de Pedro Sánchez convertido en agente de viajes de los restos de Franco desde aquel decreto-ley redactado por leguleyos o cagatintas. Recientemente se trasladó de Pamplona a Melilla el cadáver del general Sanjurjo, motor y jefe máximo de las sublevaciones por la derecha monárquica contra la II República, llevándolo en helicóptero militar al osario de los Regulares melillenses, con la dignidad de quien lució dos Laureadas. No pasó nada con el cambio de residencia eterna. Al Valle de los Caídos no peregrina nadie;
El Escorial es la jornada de ida y vuelta del turismo a Madrid, con la addenda de una parada en Cuelgamuros como rareza. Las recientes procesiones las ha publicitado Sánchez ya que Franco ha sido resucitado tontilocamente por los que sustituyen la Historia por la memoria histórica de Zapatero. Franco es tan preocupante como Espartero, aunque sin caballo testicular y mudarle de basílica a la Almudena alzaprima su catafalco en el centro histórico de Madrid. Culparán a Felipe González ya que Franco no puso un duro por acabar lo iniciado en 1889. Felipe citó en Moncloa al Ibex 35 y sin anestesia les pasó el cepillo y en la inauguración ignorantes le putearon como incendiario de templos. También harán a la Iglesia responsable de encriptar al ectoplasma junto a su hija y su yerno mientras cunde el pánico ante posibles honores militares. Sánchez y los Franco están jugando al parchís y de oca a oca tiro porque me toca. Desopilante.
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