Opinión

Difuntos

A estas horas ya se están marchitando las flores que millones de personas han depositado los días 1 y 2 de noviembre en las tumbas de sus seres más queridos. Dentro de unos días los encargados de los cementerios las retirarán ya del todo marchitas.

Me pregunto si son tan efímeros como esas flores nuestros recuerdos de los seres que nos han precedido en la magnífica aventura de vivir.

Como todos los años el Papa Francisco celebró la Eucaristía conmemorativa de los fieles difuntos en el Laurentino uno de los once cementerios donde reposan los restos de los que han muerto en la Ciudad Eterna.

Bergoglio improvisó una breve homilía en la que afirmó que «es necesario recordar, hacer memoria... no es fácil hacer memoria. Muchas veces a nosotros nos cuesta volver la vista atrás con el pensamiento a lo que ha sucedido en mi vida, en mi familia, en mi pueblo».

Es cierto, vivimos inmersos en una cultura de lo efímero, de las impresiones y vivencias pasajeras, preocupados casi exclusivamente por lo inmediato. Somos unos desmemoriados como individuos y como pueblos.

O a veces utilizamos la memoria como un arma arrojadiza para defender nuestras ideas o nuestras posiciones incluso políticas. Es un error porque la memoria no puede marchitar la esperanza y la voluntad de seguir adelante en nuestro camino.

Hay que mirar siempre –dijo el Papa– el horizonte y no perder la esperanza sin extraviarnos del camino que nos queda por hacer y que debe conducirnos a la paz y al amor, meta de todo ser humano.