Opinión

Salvar al PSOE

Suárez legalizó el Partido Comunista en un Viernes Santo en el que empezaron a salir los sables de sus tahalíes y tropillas franquistas, conscientes de que les habían lamido el plato, embadurnaron aquella noche las tapias con la leyenda: «¡Muerte al cerdo de Santiago Carrillo!» Sardónicos posteriores escribieron debajo: «Carrillo, ten cuidado que te quieren matar el cerdo». La cartelería socialista rezaba: «PSOE. Cien años de honradez», lema comprensiblemente abandonado, a más que los comunistas apostillaban «y cuarenta de vacaciones». Desde Estados Unidos Juan Linz predecía una salida a la italiana pero no contamos con un Alcide de Gásperi, ni siquiera con el hábito de una Democracia Cristiana, ni un juvenil eurocomunista como Enrico Berlinguer, y la Transición la iniciaron los franquistas (hoy íncubos y súcubos) cometiendo seppuku. Carrillo mirando al PCI logró que el PCE bendijera la monarquía y la bandera ahora chamuscada, pero no consiguió que el comunismo fuera un referente y acabó defenestrado por los suyos sabios en el cambio de marca. El viejo PSOE en el exilio de Rodolfo Llopis fue destronado por ejemplares sindicalistas vascos como Ramón Rubial o López Albizu y audaces jóvenes sevillanos encabezados por Felipe González y Alfonso Guerra.

Desde la Constitución (que es un contrato social refrendado y no un pagaré) el PSOE solo tardó cuatro años en erigirse en izquierda hegemónica nacional y pudo decir Guerra que a su siniestra no había nada, y González que devolvería a los españoles el orgullo de serlo. La socialdemocracia, o correcta aplicación del capitalismo, estuvo en boga hasta que agotó su discurso fiscal con Olof Palme, el intelectual con Bruno Kreisky y el carisma con Willy Brandt. Queda la masa madre que nada tiene que ver con las improvisaciones del sanchismo precursor de calamidades. ZP fue presidente por accidente y Sánchez por sedicente. Y ya había girado el gozne con un Joaquín Almunia rechazado por su alianza con los comunistas. Convertida la política en vodeville de transformistas y desgarramantas el centroderecha se recompondrá solo por ser clave de bóveda, pero el centenario PSOE deberá sacudirse por segunda vez a Pedro Sánchez y sus jenízaros para salvar, al menos, un mobiliario imprescindible para España.