Opinión
C 6..
A partir de ahora será conocido con esta sigla el Consejo de Cardenales que asesoran al Papa Francisco en el Gobierno de la Iglesia universal y en la Reforma de la Curia.
Cuando en abril del 2013 Bergoglio anunció la creación de este consejo primero se habló de cinco cardenales representantes cada uno de ellos de su continente pero el Santo Padre nombró ocho; un año después se incorporó al mismo el Secretario de Estado Cardenal Parolin y a partir de entonces se habló del «C 9».
Al finalizar la semana pasada la XXVII reunión del Consejo el portavoz vaticano anunció que tres de los nueve habían cesado y que el Papa, de momento, no pensaba sustituirlos con nuevos miembros. Estamos pues ante el «C 6».
Se ha especulado mucho con las razones que han motivado esta decisión; Greg Burke enunció dos: la «avanzada edad» de los cesados ( 85 años el chileno Errázuriz, 78 el congoleño Monsengwo y 77 el australiano George Pell) y que la principal tarea del Consejo –la reforma de la Curia– había llegado a buen puerto con la entrega al Papa de un amplio proyecto que ahora será sometido a consulta por diversos organismos. Los informadores han preferido, sin embargo, destacar que dos de ellos están implicados en el escándalo de la pederastia clerical: el emérito de Santiago de Chile por encubrimiento y el de Sydney por actos criminales ahora sentenciados por un tribunal australiano. Es muy verosímil que este factor haya sido tenido muy en cuenta por el Papa que ha hecho de la tolerancia cero con los criminales abusos de menores una prioridad de su pontificado. La coherencia y la firmeza imponían prescindir del consejo de personas de algún modo implicadas en tan sucio asunto.
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