Opinión

El oro de sus días

La calumnia siempre es sencilla y verosímil, decía Bertrand Russell. Pero cuando las acusaciones se basan en injurias, calumnias y argumentos difamatorios, los intentos de hacer daño a una persona desarrollan un efecto boomerang sobre quien los ejecuta. Así ha sucedido con el vídeo de una joven estudiante, Alexandria Ocasio-Cortez, hoy la congresista más joven de EE UU (mujer, de origen latino y, para irritación de muchos, preparada y guapa), bailando con unos amigos en la azotea de un edificio. «Esta es la comunista favorita de los Estados Unidos comportándose como la cretina que es», rezaba el tuit de una cuenta anónima donde se colgó el vídeo que rápidamente se hizo viral. La publicación quería desprestigiar y minar la moral de Alexandria, burlarse de ella, ponerla en ridículo pero ha conseguido lo contrario, ampliando aún más su popularidad. Ella ha respondido – aunque no tenía que hacerlo porque algunas acusaciones se contestan solas– con otro vídeo, bailando en su despacho del Congreso y sin perder la sonrisa ni la compostura. Y eso es lo que más les ha debido doler, la escenificación de lo escrito por Oscar Wilde en «El retrato de Dorian Grey»: no despilfarre el oro de sus días escuchando a gente aburrida, tratando de redimir a los fracasados sin esperanza. Las campañas de desprestigio amparadas en el odio, la venganza o cualquier interés de oscura naturaleza, a la larga, nunca salen bien. Solo convencen a sus autores o a aquellos sin criterio para discernir entre la verdad y la mentira, entre el bien y mal. Mejor bailar con nuestra canción y no con la que nos tocan, como propuso Facundo Cabral.