Opinión
Multilateral
Con este adjetivo se define la diplomacia mediante la cual los estados intentan evitar que las relaciones sean dominadas por la lógica del dominio que conduce a la guerra. La definición no es mía sino del Papa Francisco en el discurso que pronunció el lunes pasado ante los 183 embajadores de los países que mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede. La hizo al evocar el nacimiento de la Sociedad de Naciones, que desgraciadamente fracasó dando lugar años después a la II Guerra Mundial.
La actual ONU es su sucesora a la que se le pueden atribuir carencias pero no, desde luego, razones para que siga favoreciendo la paz y no la guerra. Bergoglio reconoce que el multilateralismo atraviesa «momentos de dificultad con el resurgir de tendencias nacionalistas que minan la vocación de las organizaciones internacionales de ser un espacio de diálogo y encuentro para todos los países». Si tuviéramos que encontrar un ejemplo de esta actitud basta analizar los comportamientos de la administración Trump y más cerca de nosotros la de algunos estados miembros de la UE más preocupados por defender sus fronteras que de avanzar en la renovación de una comunidad de naciones que unidas pueden pesar en el futuro del planeta y desunidas acabarán enfrentándose unas a otras.
El Pontífice señala que esta crisis de la multilateralidad evoca el período de entreguerras en el que las tendencias nacionalistas y populistas prevalecieron sobre la acción de la Sociedad de Naciones. «La reaparición de corrientes semejantes está debilitando progresivamente el sistema multilateral con el fruto de una falta general de la confianza, una crisis de credibilidad en la política internacional y una creciente marginación de los miembros más vulnerables de la familia de las naciones». Una llamamiento semejante lo hizo San Pablo VI en su discurso a la ONU en 1965. Francisco lo citó en diez pasajes de su discurso.
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