Opinión

Lisboa

En la ya consolidada tradición de las Jornadas Mundiales de la Juventud el anuncio de la ciudad que será su próxima sede es un secreto que no se revela hasta el último día, en la misa presidida por el Papa.

Esta vez la sorpresa ha sido muy relativa, por no decir inexistente. Sí, se había «anunciado» desde hace algún tiempo que en el 2022 la JMJ tendría lugar en Lisboa pero no era oficial. Para confirmarlo desde el primer día llegaron a Panamá el Presidente de la República Portuguesa Marcelo Rebelo de Sousa, el Patriarca de Lisboa Cardenal Manuel José Clemente, cinco obispos lusos más y el alcalde de la capital. Pero sobre todo llegó hasta esta ciudad que une el Atlántico con el Pacífico la estatua de la Virgen de Fátima, icono de veneración universal.

Lisboa se une, pues, a ciudades europeas como Santiago de Compostela, Madrid, Cracovia, Czestochowa, Colonia y Roma donde han tenido lugar las JMJ de años pasados. Europa no tiene el monopolio de estas celebraciones porque han sido también escenario de ellas Sydney, Buenos Aires, Manila entre otras metrópolis; menos África todos los continentes han acogido estas magnas concentraciones de jóvenes de todo el mundo en torno al Sucesor de Pedro.

Estoy seguro de que Lisboa y Portugal se van a volcar para que su Jornada sea un éxito total y, si me lo perdonan nuestros amigos portugueses, la Iglesia española está ya dispuesta a ayudarles en todo lo que sea necesario; al fin y al cabo nuestro país ha sido anfitrión de dos JMJ que resultaron ejemplares.