Opinión

Lágrimas heroicas

Cuando el cuerpo está siendo abrasado y consumido por la sed, solo puede pensar en agua, cuanta más mejor, aunque también se conformaría con unas gotas del líquido elemento, cristalino, fresco y reconfortante. Solo unas gotas calmaría el cuerpo y , sobre todo, el espíritu. Eso es lo que nos sucede a una sociedad huérfana de líderes con verdaderos valores y principios: andamos sedientos de héroes, de referentes, de espejos en los que mirarnos; los buscamos anhelantes y en cuanto los vislumbramos, nos aferramos a ellos y sentimos la necesidad de verbalizarlo para afianzar su realidad.

Ver la actitud y la reacción de todos los que han dado su tiempo, su cuerpo y su alma en el rescate de un niño de 2 años, lo evidencia. Ellos ( mineros, bomberos, Tedax, psicólogos,..) no lo entienden así y eso los hace aún más grandes. No quieren escuchar aplausos, rechazan estar en el foco de atención mediática que cada día se engruesa de más invitados y residentes indeseables. La muerte de un pequeño ha desbordado sus vidas y no están para elogios, ni honras ni loas.

Están para llorar rabia, pena e impotencia. No se consideran héroes e incluso sienten la necesidad de pedir perdón a los padres por no haber podido finalizar su trabajo con otro desenlace. Tampoco se consideran maestros y, sin embargo, han dado una lección de actitud, de comportamiento, de saber estar y de cómo permanecer en el lugar que les corresponde sin ocupar terrenos que no le pertenecen. Ellos han dado una lección, solo queda aprenderla.