Opinión
El lobo estepario
La historia de los siameses de Yemen me ha regresado a «El Lobo estepario» de Hermann Hesse: «La vida es siempre terrible. Nosotros no tenemos la culpa y somos responsables, sin embargo. Se nace y ya es uno culpable». Igual que hay fotografías en las que todos salimos retratados, en esa frase estamos todos representados.
Los primeros, ellos, que no tenían culpa de nada pero ya nacieron culpables, y por eso murieron o, para ser más exactos, les dejaron morir. Abdeljalek y Abdelrahim vinieron al mundo con corazones, pulmones y sistemas digestivos separados y compartiendo hígado, riñones, brazos y piernas, además de un mismo destino. Solo necesitaban un avión y un permiso para salir de Yemen y tener así una posibilidad de salvar sus vidas. El país vive una guerra civil desde hace 4 años que ha aniquilado, entre muchas otras cosas, la sanidad y mantiene cerrado el aeropuerto de Saná. La reacción de la llamada comunidad internacional ha sido nula; ni estuvo ni se la esperaba.
Yemen es sinónimo de muerte pero nos pilla un poco lejos para conmovernos. Ya ni las historias de niños parecen emocionar lo suficiente como para dedicarles espacio en los medios, mucho menos en nuestras vidas. Seguramente muchos desconocían la historia de los siameses yemeníes y la estén conociendo ahora. Una muestra de cómo está el mundo de ciego, sordo y mudo. Y esto sucede mientras se brama por no olvidar y mantener viva la memoria. Si no somos capaces de mantener vivos a los recién nacidos, poca memoria vamos a tener que conservar ya que no habrá a quién dejársela.
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