Opinión

Gol de Irán

La televisión estatal de Irán decidió cancelar la retransmisión de un partido de la Bundesliga entre el Augsburgo y el Bayern Múnich porque el árbitro era una mujer, Bibiana Steinhaus. La medieval explicación –si es que el despropósito puede aspirar a una mínima elucidación– es que la televisión no muestra a las mujeres con poca ropa o, lo que traducido a un idioma más realista, no muestra a mujeres que no vayan enterradas en tela de la cabeza a los pies, llámese el particular sudario burka, hiyab, niqab, o como se les ocurra. Se amparan en las reglas islámicas que rigen el país que, como todos sabemos, no tiene problemas suficientemente graves de los que ocuparse y andan midiendo el largo de la vestimenta femenina para que la civilización no se desmorone. Irán tiene una particular querencia por las medidas como demuestra su Código Penal (art. 104) donde se detalla con precisión milimétrica el tamaño de las piedras que deben ser utilizadas para la lapidación de una mujer: «Ni demasiado grandes como para matar inmediatamente ni demasiado pequeñas como para no considerarse piedras». Ante las protestas, han asegurado que hicieron todo lo posible por censurar y cortar las imágenes en las que aparecía la árbitro pero que no hubo manera porque se movía mucho y monopolizaba las imágenes. En palabras de Oscar Wilde, un autor que hace las delicias de los dirigentes iraníes, en esta estúpida y tediosa época lo más excéntrico que uno puede hacer es tener cerebro. Y a excéntricos, a estos ayatolás religiosos no les gana nadie. El marcador sigue igual: gol de Irán en propia puerta. Y así, hasta el pitido final.