Opinión
La manifa de las chatis
El día de la huelga feminista trabajé más que nunca, es cierto, tampoco mi intención era en ningún caso dejar de trabajar ese día. Era una huelga impuesta por los partidos de ultraizquierda y no soy mucho de someterme a mandato alguno, sea del color que sea. A lo de las manifas no soy muy aficionada, salvo excepciones, y tampoco estoy por la labor de hacerles el caldo gordo a quienes las utilizan con fines electoralistas. Así que el viernes, también ha sido casualidad, no pude sentarme ni un minuto ya que entrevisté a dos grandes chefs para younews.larazon.es, cociné para cincuenta que vinieron a comer al día siguiente a mi casa para celebrar mi cumple y rematé el día escribiendo un artículo para mandar al periódico. Soy de la opinión de que el movimiento se demuestra andando y la igualdad de sexos se exhibe con esa capacidad para el desdoblamiento que, por cierto, muchos varones no tienen.
Las madres de quienes tienen mi edad no gozaban de cuotas ni de privilegios a los que la mujer accede en la sociedad actual ni tampoco en el mercado de trabajo. Mi madre, un prodigio de las matemáticas, mi gran y paciente profesora, trabajaba en los años cincuenta (difícil momento para el sexo femenino) en un despacho de corredores de bolsa. En aquella época los vientos no soplaban a favor, y mucho menos, casi un siglo atrás, para doña Emilia Pardo Bazán, brillante y cultísima escritora que defendió los derechos femeninos en un tiempo que no existían. Ni tampoco, y en la misma época, la morriñenta y tristona Rosalía de Castro, quien tuvo como máximo enemigo a su marido, Manuel Murguía, que se crispaba con la hipersensibilidad y la frágil salud de su esposa. Y mucho menos Clara Campoamor, un poco más tarde en el tiempo, que fue la principal impulsora del sufragio femenino y gracias a quien por primera vez fue ejercido en el año 1933. Pero todos estos ejemplos están ya muy sobados y no insistiré en ellos.
Todo el gineceo gubernamental pilló cacho de pancarta en la manifestación; las que salían en la foto (había verdaderas bofetadas para asomar la gaita, y eso se apreció con toda claridad) evidenciaban un electoralismo rampante. Un vergüenza, como vergonzosas siguen siendo las ruedas de prensa post Consejo de Ministros, donde no dejan de anunciar reales decretos ley, gastando dineros de los contribuyentes con mucha alegría y ligereza con el fin de apañar votos por todos los costados. Anteayer, además, se anunció con gran orgullo de la portavoz, como algo novedoso, la vuelta a fichar en las empresas, algo que ya estaba inventado por los británicos cuando la Revolución Industrial, y miren que ha llovido desde entonces. Pero este ignorante de Moncloa que padecemos (¿y que seguiremos padeciendo?) cree que lo ha inventado este pasado viernes y está encantado.
Mientras tanto Venezuela se queda a oscuras durante casi un día entero por la dejación y la descomposición del régimen del tirano Maduro, algo que da para meditar y alertarnos del importante porcentaje de diputados en el Parlamento español afines a esta dictadura, sin olvidar a un Zapatero que le baila el agua a quien tiene oprimido y hambriento a todo un pueblo de gentes nobles y trabajadoras que se ven obligadas a abandonar su propio país huyendo de la penuria.
Y así vamos avanzando por el mes de marzo, el más bonito de todo el año, notando que los días crecen pero las esperanzas se estancan a la vista de tantos acontecimientos en un gran país como España, que vive momentos tan convulsos que ni nos acordábamos de estas sensaciones.
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