Opinión

Por las buenas o por las malas

El origen del muy alabado Pacto de Toledo, allá por 1995, hay que buscarlo en un debate electoral en televisión entre Felipe González y José María Aznar, previo a las elecciones de 1993, en el que sembraron dudas sobre el futuro de la pensiones. Nunca se sabrá el impacto efectivo entre los votantes que, hasta cierto punto contra pronóstico, dieron una apretada victoria a Felipe González, que inició su último mandato, apoyado por los escaños que controlaba Jordi Pujol. Superada la resaca electoral, PSOE y PP, con Martín Villa de maestro de ceremonias, suscribieron en Toledo el famoso pacto para garantizar el futuro de las pensiones, pero que contemplaba el compromiso dejar al margen de la contienda electoral un tema tan sensible para toda la sociedad como las pensiones. El Pacto de Toledo, al menos en los últimos tiempos, no ha servido para despejar el horizonte de las pensiones, pero hasta ahora, a pesar de algunos amagos, ha sustraído a los electores un debate sobre un asunto fundamental.

La metedura de pata o sinceridad del secretario de Estado de Seguridad Social (SS), Octavio Granado, que sugirió una futura reducción de algunas pensiones de viudedad, ha confirmado la vigencia del Pacto de Toledo. La ministra Magdalena Valerio apenas tardó unas horas en desautorizar, con contundencia inusitada, a su segundo en asuntos de SS, mientras defendía, ya en precampaña, que el Gobierno de Sánchez nunca bajaría las pensiones. Todo quedó ahí y nadie removió un asunto espinoso, ni la oposición, ni la izquierda más radical. El desliz de Granado se lo puso fácil a los rivales del PSOE, pero hicieron mutis.

El Banco de España, días después, ha colocado las cosas en su sitio, aunque quizá tampoco sirva para nada. Óscar Arce, director general de Economía y Estadística de la institución que gobierna Pablo Hernández de Cos, abordó la sostenibilidad del sistema de pensiones y explicó que si no se toman medidas «llegará una crisis y serán los socios europeos y los mercados financieros los que nos obliguen a hacer una reforma». La SS gasta en pensiones más de lo que ingresa por cotizaciones y España debe casi 1,2 billones –con «b» de barbaridad– de euros. Por eso, habrá una reforma de las pensiones, por las buenas o por las malas. Es decir, ajustes asumibles o recortes drásticos, pero nadie se arriesgará a plantear ese asunto a los votantes. El Pacto de Toledo goza de buena salud.