Opinión

Xi Jinping

Hasta el último momento de la visita a Roma del Presidente de la República Popular China hubo quien especuló con la posibilidad de que hiciese un salto para saludar al Papa Francisco en el Vaticano como suelen hacer otros jefes de Estado cuando se encuentran en la capital italiana.

Hubiera sido un gesto espectacular pero no fue así y hay quien lo lamenta dentro y fuera de los muros vaticanos. Desde siempre se había afirmado que Francisco lo habría recibido con todos los honores debidos al que hoy es el hombre que rige los destinos de 1.400 millones de personas.

Pero la política del gobierno chino con las religiones sigue siendo recelosa como lo ha demostrado no hace mucho el primer ministro Li Keqjang al reafirmar su determinación de «chinizar» todas las manifestaciones religiosas como el budismo, el taoísmo, el cristianismo y el islamismo. Reacción que se explica en buena parte por el florecimiento del sentimiento religioso en el inmenso país asiático que oficialmente sigue siendo ateo.

Entre el Vaticano y Pekín se llegó el pasado año a un acuerdo «provisional» que ha permitido, por primera vez desde la ruptura de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y el gobierno chino, que el Papa pueda nombrar a los Obispos y que todos ellos se encuentren hoy en plena comunión con el Pontífice romano. Es un paso histórico pero aún incompleto y será necesario aún no poco tiempo para que la Santa Sede y la República Popular China restablezcan normales relaciones diplomáticas.