Opinión
Las encuestas y la maldición gitana
Tardará mucho tiempo en haber, si es que lo hay, un Gobierno de centro derecha en España, si el consenso de las encuestas –la media de todos los sondeos electorales– está en lo cierto. La historia explica que la fragmentación, lo que navega a estribor del PSOE, consolida largos periodos de gobiernos socialistas. Pasaron casi tres lustros desde la implosión de UCD hasta que la reunificación de Aznar –tras el hundimiento del CDS– logró la alternancia. El centro derecha afronta las elecciones con algo de desconcierto y «trividido» en medio de una cierta frivolidad de su clientela. «Votaré al que menos se equivoque en la campaña, Casado o Rivera», dicen electores históricos del PP.
Es el escenario perfecto para los socialistas, igual que las subidas pasajeras de Izquierda Unida –hasta que llegó Podemos– beneficiaron al PP, ya fuera de Aznar o de Rajoy que, en las últimas elecciones, se aprovechó del temor a Iglesias. El líder podemita, ahora ya al frente de un partido como todos los demás –¿qué fue de la nueva política?– y fiel a la mejor tradición cainita de los comunismos más rancios, parece dar menos miedo. Eso descarta un cierre de filas ante Podemos como en 2016. Ahora, el ogro a batir es Vox, un aliado ideal del inquilino de La Moncloa que procura que Abascal y los suyos tengan todos los altavoces posibles para espantar a cuantos más mejor, algo que no es complicado. Iglesias, empotrado ahora en la casta, olvida asaltar los cielos. Si Sánchez necesita sus votos exigirá puestos en el Gobierno.
Puede ser su última oportunidad, porque si tras el 28-A Podemos es irrelevante, el futuro de los morados tendrá nombre de mujer, Irene Montero sin duda. La conjunción política que tumbó a Susana Díaz es casi irrepetible. Las sorpresas no son frecuentes. Pablo Casado tiene razón cuando explica que si en las provincias pequeñas el PP consigue 10 escaños, en la práctica, son 20, porque el PSOE deja de tener una decena. La misma cuenta sirve para los socialistas, con la ventaja de que el voto de izquierdas se reparte entre dos y el de centro derecha entre tres, y no hay que ser una genio de las matemáticas como la laureada Karen Unlenbeck para calcular el resultado.
Eso sí, siempre hay imprevistos, cisnes negros, como las largas colas para visitar el portaaviones Juan Carlos I, en Getxo, un puerto vasco. Quizá significa algo. Las encuestas no lo detectan, pero algunos recuerdan la maldición gitana «pleitos tengas y los ganes», que apunta que enredarse en largos pleitos, aunque se ganen, puede ser motivo de ruina. La demoscopia acaso ofrezca una certeza parecida: «encuestas tengas, y que se cumplan», porque han llevado al desastre a muchos políticos.
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