Opinión

España, dopada, no es diferente

Las dos principales ministras económicas de Pedro Sánchez, María Jesús Montero y Nadia Calviño, presumen –mejor dicho airean– de que la economía española es la que más crece de los grandes países de la Unión Europea. Tienen razón. El próximo viernes, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicará los datos de la Contabilidad Nacional correspondientes a 2018 que confirmarán un crecimiento del PIB del 2,5% para todo el año y del 0,7% para el cuarto trimestre. La situación económica es, en apariencia, envidiable, porque justo en ese último periodo del año la economía alemana se estancó, la francesa no va mucho mejor y la italiana coquetea con la recesión. Además, los primeros meses de 2019, en principio han sido favorables, e incluso el Banco de España ha revisado al alza sus previsiones, lo que no es contradictorio con las críticas a los «viernes sociales» del Gobierno.

La historia parece repetirse. Como ocurrió en la Gran Recesión, la madre de todas las crisis, la economía española crece mientras las de nuestro entorno se estancan o retroceden. Algunos expertos intentan explicar que España va con un cierto retraso en el ciclo económico y que las crisis llegan más tarde y también las recuperaciones, circunstancias que los Gobiernos intentan utilizar en su haber o en su descargo según el momento. Sin embargo, la realidad no es tan sencilla y el ciclo económico español no está tan desacompasado con el de los grandes países europeos y, por supuesto, España está muy lejos de ser una isla económica.

La vitalidad económica española actual, que en periodo electoral el Gobierno procura rentabilizar, tiene una justificación sencilla y preocupante. La economía española crece más que las vecinas porque, sobre todo, está dopada. El Gobierno, desde hace meses –y ahora más– aplica una política económica expansiva, con aumentos importantes del gasto público –subidas de salarios de funcionarios, pensiones, etc–, con la particularidad de que ni tan siquiera la oposición la critique, ni tan siquiera los en teoría más liberales. Sin el dopaje –más gasto– la evolución económica sería más pareja a la de Alemania o Francia, porque Italia es caso aparte. España, pues, no es tan diferente ni mucho menos, aunque el Gobierno lo enmascare. El dopaje –alegría en el gasto y déficit– es estimulación artificial, que luego requiere una desintoxicación que con frecuencia provoca reacciones violentas, en este caso en forma de más paro y recortes. ¡Ojo!