Opinión
Israel-España y un ejemplo electoral
Daniel Kutner es el embajador de Israel en España. Nacido en Buenos Aires, habla un castellano perfecto con profundo acento porteño, llegó a Madrid a principios del otoño de 2015, apenas un par de meses antes de aquellas elecciones que ganó el PP, en las que emergieron Podemos y en menor medida Ciudadanos y que hubo que repetir la primavera siguiente. Kutner, llegado de un país como Israel –también ahora en proceso electoral– en el que el Parlamento –la Knéset– suele ser un galimatías permanente, en el que entre 10 y 12 partidos se reparten 120 escaños, no acababa de entender los usos y costumbres políticos españoles. El diplomático explicaba algo después, con la ironía de los ribereños del Rio de la Plata, que no se explicaba el bloqueo político que obligó a concurrir otra vez a las urnas. Ponía de ejemplo a su país en el que, antes de las elecciones, todos los partidos se acusaban de todo lo divino y lo humano, anunciaban que «nunca jamás» hablarían ni pactarían con sus adversarios, pero que al día siguiente de cerrar las urnas, en la mejor tradición de James Bond – «nunca digas nunca jamas»–, dirigentes políticos y partidos archivaban en el olvido las mayores y más graves acusaciones y se ponían a trabajar para alcanzar algún acuerdo que permitiera formar Gobierno, que nunca era al gusto de todos, pero que permitía que el país siguiera adelante.
Kutner conocía bien España antes de ocupar el puesto de embajador. Pasó temporadas en Madrid en la época en la que hizo su tesis doctoral, titulada «La política de España hacia el mundo árabe en tiempos del ministro Martín Artajo (1945-1956)», en la que explica el origen de que en España la causa árabe-palestina sea más popular que la judía, un asunto poco estudiado. Kutner defiende que todo comienza con el apoyo que recibió el régimen de Franco de varios países árabes cuando la ONU declaró el aislamiento internacional de España. La Argentina de Perón fue la primera en romper aquella cuarentena y envió trigo, además de a Eva Perón, pero también llegó el petróleo del Golfo y de los países de la zona y Franco y su Gobierno presumieron de un apoyo que convirtieron en simpatía árabe de la población.
El embajador Kutner, que se jubila en otoño y dejará su puesto en Madrid, tendrá tiempo hasta entonces para volver a asombrarse del comportamiento de políticos y partidos españoles tras las elecciones del 28-A o, por el contrario, descubrir que las prácticas políticas islelíes de formar gobiernos con parlamentos fragmentados y a la gresca no son algo único. El reto consiste en que al día siguiente de los comicios haya políticos capaces olvidar insultos, acusaciones, «no es no» y trabajar juntos. Es posible. El ejemplo israelí lo demuestra.
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