Opinión
El 28-A, Cataluña y lo imposible
Felipe González también se apunta a la incertidumbre electoral y tampoco descarta «un vuelco en el último momento, porque ahora el voto es muy volátil», comenta estos días con próximos y menos próximos. El ex presidente es de conversación fácil y siempre encuentra auditorio. Su olfato le dice que el PSOE ganará, con unos 125 escaños, pero que la suma de votos de PP, Cs y Vox puede ser superior. No va más allá. Nadie lo hace, ahora que Tezanos casi se ha retractado. Los gurús demoscópicos, en privado, coinciden en que el 28-A es más impresible que nunca y en que el teórico voto oculto de Vox quizá no lo sea. «Los votantes de Vox y de Abascal no se ocultan, lo dicen a la primera cuando se les pregunta», afirma el responsable de una de las empresas demoscópicas más reputadas. Eso explicaría que incluso en sondeos encargados por los partidos en Cataluña, pero sobre todo en Barcelona, Vox se dispare en la periferia metropolitana. «El cabreado decidido a votar a Vox –precisa el mismo experto– lo hace sin complejos y lo cuenta. Recuerda a la eclosión del Podemos». Cataluña, por otra parte, vuelve a ser clave de bóveda electoral. El PSOE espera allí un gran resultado, pero necesita que no esté en el debate, mientras Casado y Rivera martillean con el asunto y mantienen el sueño de que el error de Susana Díaz se repita. Para Podemos también es algo incómodo. Si Cataluña ni figuraba en el programa electoral socialista, en el de los podemistas apenas ocupa tres líneas. Pablo Iglesias ha salido a la defensiva. Su objetivo se reduce a conservar el 14% que le dan las encuestas y, por eso, con ese tono de bronca perpetua, su campaña se dirige a los convencidos, porque él –que suspira con ser necesario para que Sánchez gobierne– también teme, y mucho, a lo imprevisible.
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