Opinión

Rumores, pactos y otros planes

Josep Pla escribió que Madrid, en 1931, en los primeros balbuceos de la República, era «una ciudad de rumores catastróficos». El catalán, uno de los mejores autores en castellano del siglo XX, diría ahora que «España es un país saturado de rumores». También prevalecen los catastróficos, pero no lo son todos. Abundan las llamamientos para que los políticos pacten y formen un Gobierno estable tras el 28-A. Ana Botín, en un gesto tan infrecuente como meditado para un banquero, ha sido la primera en pedir un pacto «por un crecimiento inclusivo». No será la única, porque la sociedad, desde la izquierda y la derecha, anhela un acuerdo que facilite un Gobierno estable en tiempos de fragmentación parlamentaria. Felipe González ya anunció que echaríamos de menos el bipartidismo, porque el gran rumor, al margen de lo que profeticen encuestas electorales de todo pelaje, apunta que hay partidos que barajan incluso una repetición electoral a la vuelta del verano, lo que significaría otro año perdido y de inestabilidad.

Las presiones para que se forme un Gobierno estable tras las elecciones han entrado en campaña y no está claro a quién benefician. La Moncloa también genera rumores. Sugieren que la primera opción de Sánchez sería Unidas Podemos e Iglesias, siempre que cedieran algo en sus posiciones extremas. La segunda elección del líder del PSOE sería un Albert Rivera que tendría que hallar la fórmula de romper su promesa de no pactar con su adversario socialista. Es ahí donde emerge el rumor de una repetición electoral tras la que Rivera podría desdecirse y apoyar un Gobierno del PSOE. El problema es que es muy arriesgado para todos, el propio Rivera incluido. Al mismo tiempo, Junqueras, desde la cárcel, envía el mensaje de que no habrá «líneas rojas» para los pactos. El líder de ERC hace acuse de recibo del recado-rumor de que Sánchez no querría apoyos independentistas porque luego está demasiado atado para hacer lo quiere. Rivera sufrirá muchas presiones para pactar si la aritmética electoral lo permite, pero también la tendrá Iglesias y, por supuesto, Sánchez si debe decidir hacia qué lado se inclina. Mas rumores. Abascal no habría leído ni conocería el programa económico de Vox, genuinamente liberal –de corte thatcherista– y elaborado con detalle, que no parece que encaje ni medio bien con la parte más alborotadora, radical y tradicional de su clientela nada liberal. España, sin duda, es un país saturado de rumores.