Opinión
Casado, el hombre tranquilo en medio de la algarabía
Los debates electorales en televisión, desde su prehistoria, con el histórico Kennedy-Nixon se pierden. Nadie gana, porque tampoco es una competión deportiva. Cuando además son a cuatro, todo se complica y, con frecuencia, domina la algarabía, como diría Rajoy. Atresmedia organizó el mejor debate posible, limitado, sin embargo, por la negativa de Pedro Sánchez a aceptar un cara a cara con Pablo Casado, que es con quien disputa la presidencia del Gobierno. Ana Pastor y Vicente Vallés derrocharon profesionalidad y lograron dar viveza y evitar una serie de monólogos sucesivos de los aspirantes. Además, tuvieron que fajarse para impedir el gallinero en el que pudo convertirse por la hiperactividad interruptura por ejemplo de Albert Rivera. Por otra parte, los discursos muy elaborados, repletos de datos y estadísticas o letanías de peticiones y quejas, son casi imposibles de seguir incluso por la audiencia más experta.
En el mundo de la comunicación y de la imagen, tan importante es lo que se dice como la impresión que dejan los discursos y las actitudes. Y es ahí, en el debate decisivo organizado por Atresmedia, donde Pablo Casado destacó sobre sus adversarios. Ninguno acertó en todo, ni tampoco ninguno tropezó en exceso. Sin embargo, y eso es lo que queda, el líder del PP –que también se tragó sus nervios– demostró que es el auténtico hombre tranquilo y que, sin estridencias, puede estar al frente de un Gobierno sensato, moderado y estable. No todos sus rivales pueden decir lo mismo y eso lo perciben los votantes.
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